La calma chicha del campo, especialmente a poco de terminar el invierno; un silencio roto por el ruido de las tolvas que procesan la cosecha reciente, algún ladrido en medio de la siesta, tan silenciosa como la mañana y la noche, conforman la atmósfera de "Vigilia en agosto", la ópera prima del director Luis María Mercado. Durante la hora y media del filme, Mercado describe con tomas y locaciones muy bien seleccionadas la mezcla de desazón y entusiasmo de Magda, una joven docente a punto de casarse.
Mercado le deja el protagonismo a Magda y todas integrantes del cortejo de madre, tías, amigas, parientas y vecinas que la acompañan, la rodean, la ayudan y le hablan sin parar hasta que algo en ese ritual se descarrila, como si perdiese sentido a fuerza repetirse. El director, sin estridencias ni sobresaltos en el relato, construye su película con diálogos acotados y algunos relámpagos de humor en los que parece ironizar, con más o menos acidez, sobre los chismes y los prejuicios de la pequeña realeza de los pueblos chicos.