Vigilia: la vida es sueño... ¿o no?
El debut en el largometraje de Julieta Ledesma brinda al espectador la posibilidad de participar en una fantasía onírica que por momentos le hará dudar de su propia percepción.
No es fácil engañar a los espectadores y eso algunos cineastas lo saben muy bien, y saben cómo manipular la vista para que, en cierto momento, surja la duda.
Y eso es lo que genera esta “Vigilia”, el debut cinematográfico de Julieta Ledesma, que hasta este momento había realizado el mediometraje “¡Al fin, mi vida!” y el corto “El Plan Perfecto”, y con esta experiencia construyó este relato en el que lo único que importa es saber cómo sigue.
La historia cuenta cómo Santiago regresa a su hogar desde un lugar muy cómodo para él y a su llegada quiebra el delicado equilibrio emocional de sus padres: Ernesto, su progenitor, lo rechaza y su madre directamente no lo reconoce.
A pesar de esta actitud, Santiago decide quedarse en la chacra familiar, que parece alejada de todo lo conocido, y cuyo único habitante amigable es Arón, su perro, que se está volviendo cimarrón.
El resto de este experimento cinematográfico se revela como un ejercicio constante de Ledesma por forzar al espectador a dudar de lo que está viendo. ¿Es esto una historia lineal? ¿Es un sueño u ocurre esto realmente?
Una atmósfera onírica prima en las imágenes que se van sucediendo, una tras otra, hasta que algún suceso hace temblar la trama. Y en esto, la directora se encarga de que las imágenes se queden bien grabadas en la retina como una en la que perro mata a una cabra, y que llevan a preguntarse cuánto de real y cuánto de ficción hay en el plano.
Asimismo, la realizadora abre la puerta de la imaginación al obligar al espectador a figurarse qué es lo que están viendo los personajes, en planos cerrados en los ellos parecen percibir situaciones o visiones que alteran su propio mundo interno. Sin embargo, en la mayoría de los casos, dichas visiones quedan fuera del alcance del espectador y eso contribuye a aumentar la angustia por averiguar qué es lo que está sucediendo, por terminar de armar un rompecabezas al que siempre le falta una pieza.
Y, entre tantos planos por los que preocuparse, Ledesma le hace un lugar a la psicología, con personajes que emprenden acciones que llevan a preguntarse qué nivel de estabilidad mental ostentan.
Para terminar, destacar que tanto la fotografía como las actuaciones son otros de los puntos fuertes de un film que no sólo roza lo onírico sino que cruza la línea y vuelve una y otra vez…