Crisis moderna
Hay en Villa Amalia (2009) una historia existencial narrada a través del personaje femenino que interpreta Isabelle Huppert. Todo sucede por dentro de su personaje. Lo narrado (o mejor dicho descrito) expone las sensaciones de una mujer que superó los cuarenta años y descubrió que no estaba viviendo la vida que quería vivir.
Isabelle Huppert compone a Ann, una mujer que cambia su vida de un día para el otro luego de ver a su marido besar a otra mujer. O al menos eso infiere el film, porque Villa Amalia muestra y demuestra pero nunca explicita ninguna de las acciones que se suceden en la trama. La “Amalia” que da título al film es una veterana anciana que vive en un aislado pueblo en la montaña. Su particular personalidad posibilita que entable una relación con Ann.
La película dirigida por Benoît Jacquot adscribe a ciertos parámetros del cine moderno. Uno es el desarrollo dramático de la historia que transcurre por dentro del personaje de Huppert. No se impone un relato sino que se deja fluir el devenir y es, en ese devenir, donde las acciones de Ann adquieren importancia.
Otra característica del cine moderno es la identificación del paisaje con el proceso interno que vive el personaje, donde el primero “habla” de los cambios internos que experimenta el segundo. Así, las vistas panorámicas del mar, la montaña o el campo adquieren una relación con la apertura de la personalidad de la protagonista. A la inversa sucede con los espacios cerrados: las ventanas y puertas que se abren y cierran simbolizan actitudes transformadores que vive internamente Ann.
Del mismo modo que el personaje de Kristin Scott Thomas en Partir (2009), Huppert interpreta a una mujer en plena crisis existencial capaz de despojarse de toda su vida -literalmente hablando- para conectarse con aquello que le resulte placentero, sea sexual, filosófico o trascendental. Todo este giro dramático está mejor logrado que en Partir. Aquí hay una decisión acertada de generar suspenso y describir los actos mediante una fragmentación que provoca cierta tensión que hace más verosímil el relato. Y no es que haga esto último mediante su construcción narrativa, sino que busca la conexión voluntaria con las sensaciones que la protagonista advierte.
Adaptación de la novela del escritor Pascal Quignard (Todas las mañanas del mundo) Villa Amalia, sin ser una gran película, propone un relato desde el orden de lo simbólico, como el buen cine europeo supo hacer. Ese mismo cine al que se lo denominó moderno.