La vida de Ann-Eliane (Isabelle Huppert) cambia completamente un día que decide seguir a su marido y encontrarlo besándose con otra mujer. Acto seguido, se topa con un conocido del pasado llamado Georges (Jean-Hugues Anglade) a quien toma como amigo y único confidente de los actos que van a acontecer en su vida.
Ann decide en una semana abandonar todo, a su marido con el cual lleva más de una década conviviendo, a su trabajo en el cual se desempeña como una exitosa concertista de piano, su departamento en las afueras de Paris e inclusive su propia identidad.
Con el correr de la película vemos a Ann despojándose de su ropa, sus documentos, todo lo que la vincula con su vida pasada, con una persona que ya no es. Vemos el cambio de vida, de la gran ciudad a un pueblo minúsculo en la bella Italia.
La película, basada en una novela del francés Pascal Quignard, nos habla de la soledad, de ciertos momentos en la vida de una persona en que es necesario dejarlo todo y partir. Cuando Ann decide alejarse, encuentra su lugar en el mundo, donde es feliz con su nueva vida, ese lugar es el que da nombre al film, una casa en la cima de una montaña llamada “Villa Amalia”, ese es el momento determinante de la película, cuando ella descubre esa casa abandonada se da cuenta de que lo que ella quiere es eso, ahí quiere vivir y disfrutar.
Con la dirección del francés Benoît Jacquot, podemos disfrutar nuevamente a la maravillosa actriz Isabelle Huppert, quien es el motivo fundamental para ver esta película en pantalla grande. Si bien el film cuenta con buenos momentos, por momentos aburre al espectador por ser redundante y repetitiva con cuestiones como la rutina, la soledad y el desencanto.