Siempre es difícil volver al barrio
Esteban es Esteban pero su primo es Pipa. Esta manera de plantarse frente al mundo o mejor, de cómo los registra el universo en que se mueven estos dos treitañeros, es la primera diferencia que establece desde el vamos Villegas, ópera prima de Gonzalo Tobal, que juega con las similitudes y puntos en común entre los protagonistas para llegar a una síntesis que tiene que ver con el paso del tiempo y los lazos afectivos.
Desde que Esteban y Pipa (gran trabajo de Esteban Lamothe y Esteban Bigliardi) se suben a un auto para volver al pueblo en donde nacieron convocados por la familia para el funeral del abuelo, la tensión entre ambos es indisimulable. Se adivina un pasado lleno de momentos compartidos y un punto de quiebre que seguramente tiene que ver con la mudanza de ambos a Buenos Aires.
Mientras que Esteban es prolijo, correcto, tiene un empleo en una empresa y está a punto de casarse, Pipa no termina de hacer pie en la música, acaba de separarse de su banda y duda entre perseverar en la gran ciudad o volverse a Villegas para trabajar en el campo familiar.
El relato entonces es el reencuentro de dos primos, amigos por sobre todas las cosas, a los que la vida los distanció, para volver al principio de todo, al refugio de la familia, a constatar que siempre van a ser diferentes pero mucho más parecidos de lo que ambos están dispuestos a admitir.
Cálida, emocionante, pautada por el viaje primero y la estadía en el pueblo para el final, el film siempre encuentra el tono justo para contar lo que se propone, con una extraordinaria banda de sonido a cargo de Nacho Rodríguez (Onda Vaga), que es un hallazgo para acompañar la sensibilidad de la puesta que muestra a dos hombres a la hora de las definiciones.