El fascismo en clave operística
La nueva película de Marco Bellocchio lo reconfirma como uno de los realizadores italianos con mayor grado de originalidad y rigor. Compañero generacional de Bertolucci, su carrera ostenta menor reconocimiento por estas latitudes, pero a partir de L'ora di religione (2002) su obra viene ganando mayor interés. Vincere (2009) es un relato sin concesiones sobre el ascenso del fascismo, visto a través de la relación extra oficial que mantuvo Mussolini con Ida Dalser.
Este año se estrenó en nuestro país el documental El secreto de Mussolini (Il segreto di Mussolini, 2005), film que aborda la existencia del hijo que el dictador tuvo con Dalser y decidió borrar de su vida. Il Duce mantuvo una relación oficial con Rachele Guido, pero su desprecio no sólo se manifestó por la criatura, sino también por la madre, quien nunca cesó de reclamar el reconocimiento y eso le valió ser recluida en un manicomio. La historia (la fuente) es atractiva, casi independientemente de que se vincule con uno de los hombres fundamentales del siglo XX. Tal vez por ello, rozar la obviedad y el sentimentalismo pudo haber sido un defecto aún peor en este caso. Vincere refiere a la misma historia yconsigue eludir este camino, hilvanando una multiplicidad de discursos (el biográfico, el histórico, el periodístico, el panfletario) sin banalizar el material que tiene a su alcance. El resultado es una película dinámica y densa a la vez, concebida de forma monumental, como si se tratara de una ópera.
Ida Dalser (la excelente Giovanna Mezzogiorno) es una bella mujer que conoce al hombre antes que a la figura histórica, pero ya en la génesis de su desmesurado amor vislumbra un destino de fama y poder para él. Despojada de sus bienes por decisión propia, colabora con la fundación del periódico que Mussolini empleará como propaganda de su ideología. Consolidado definitivamente, la película se centra en dos obsesiones: la del hombre por la trascendencia política, y la de la mujer por aquel hombre. A tono con esta premisa, todo en Vincere es exacerbado, pero pese a ello (o gracias a ello) la película nunca abandona su ritmo vertiginoso y su magnificencia dramática.
Humillada ante el abandono, la Dalser será internada en un manicomio pero jamás cesará de proclamar a cuatro vientos su historia de vida. Este es el destino que continuará su hijo en la adultez, reclamando aquello que le corresponde. A través de este drama familiar el realizador inserta filmaciones históricas, recurriendo también a la sobreimpresión, deambulando entre la Historia y la psicología. La gesta de esta dualidad ya está eficazmente presentada en la primera secuencia, en donde Mussolini plantea su enfrentamiento con el propio Dios. ¿El mismo Dios al que recurre su amante, al punto de confundirlo con él mismo? ¿El mismo Dios venerado por los italianos, fuente de una disputa y posterior romance de Il Duce con la poderosa Iglesia católica?
Vincere no ensaya respuestas, su interrogación puede encontrar una analogía con múltiples puntos de vista, pero tanto el comienzo como el final vuelven a la pregunta por el tiempo, único factor que el ser humano reconoce como un irreversible absoluto. Bellocchio recupera la Historia a través de una historia minúscula, olvidada. El tiempo es la materia constitutiva del cine, y esta obra maestra reflexiona sobre su irreversibilidad. Es allí en donde se condensan todas sus coordenadas temáticas (la obsesión, el poder, el desprecio, etc.). La materia de este relato (la oficial y la no oficial) trata acerca del tiempo y la locura de imaginar la transgresión de sus límites, testimonio de una época de catástrofes.