Tonta, pobre tonta
Corren los años ’20 y la Italia de Vittorio Emmanuele está convulsionada. Preñada de fracasos políticos y miseria, la unificación está engendrando monstruos insospechados. Uno de ellos es el anarco comunista Benito Mussolini (Filippo Timi), joven y lleno de ímpetu, cuya militancia y convicciones pronto deslumbran a una joven, Ida Dalser (Giovanna Mezzogiorno), que se convierte en su amante.
Obnubilada por su amado, Dalser tarda en comprender que Mussolini está muy lejos de ser quien aparenta. Tiene su propia familia, y cuando ella le revela que está a punto de ser madre de un hijo suyo, la repudia rápidamente. Pero la joven no se arredra. Una y otra vez busca acercarse al cada vez más prominente político, sin darse cuenta de que su empecinamiento la está llevando a la ruina. Con su salud mental comprometida, forzada a una reclusión en instituciones cada vez más cerradas y separada de su hijo por tiempo indefinido, Ida insiste en ser reconocida por el Duce mientras Italia se sumerge en el momento más sombrío de su historia reciente.
Con oficio y buena síntesis visual, el director Marco Bellocchio reconstruye los años del ascenso sociopolítico de Benito Mussolini, pero a través de la mirada de la mujer y el hijo a los que desconoció y despreció públicamente, llegando inclusive a borrar los registros de su existencia. En este sentido, es la historia de Ida Dalser como una representación femenina y antropomórfica de la propia Italia la que toma la posta, dando un vago aire documental al filme mediante imágenes de archivo bien combinadas con la historia principal.
La historia de Ida Dalser es, en definitiva, la de cientos de miles de italianos deslumbrados y finalmente traicionados por la megalomanía de un hombre carismático y fatal. Con algunos minutos de exceso en el metraje y muy pocos baches, “Vincere” es una propuesta digna de ser considerada en la oferta de la cartelera actual para quienes consideran al cine un poco más que entretenimiento.