Para atrapar la botella
Ariel Winograd había demostrado con Cara de queso (2006) y Mi primera boda (2011) una gran solvencia para hacer comedias. En Vino Para Robar (2013) agrega el ingrediente del thriller y consigue un producto entretenido en el que se destaca la totalidad del elenco.
Robar un banco, se sabe, es una empresa casi imposible. Hay una serie de films que dan cuenta de ello, sobre todo los de Hollywood. Casos más recientes como La gran estafa (Ocean’s eleven, 2001) o la subvalorada El caso Thomas Crown (The Thomas Crown Affair, 1999), que estaba centrada en el robo de cuadros de arte, vuelven sobre ese universo que el clasicismo cinematográfico visitó con frecuencia. Pero el cine nacional tenía el casillero vacío. Vino Para Robar lo llena y, si bien es un cóctel de géneros (thriller, comedia, romance) que no siempre funciona en un mismo nivel, lo cierto es que llega a buen puerto.
Sebastián (Daniel Hendler) es un “ladrón de guante blanco”. Parco pero ágil cuando hay que actuar, tiene como ayudante a un especialista de la virtualidad que interpreta Martín Piroyansky; ambos componen un dúo eficaz. Hasta que un día, el robo de una costosísima pieza de arte pone a Sebastián en contacto con Natalia (Valeria Bertuccelli) y las cosas se complican. La trama los llevará a Mendoza, en donde un turbio empresario interpretado por Juan Leyrado está dispuesto a todo por conseguir una antiquísima botella de vino valuada en una fortuna.
Winograd contó con un equipo técnico que supo ir en una misma dirección. El vestuario, el maquillaje, la dirección de arte y el sonido (aquí, pieza fundamental) construyen un mundo compacto y de reminiscencias clásicas. A través de él, los personajes deambulan y se entrecruzan en el relato distintos géneros. Sorprende la destreza narrativa con la que el director concibió a los robos, secuencias que –hasta ahora- tenían sus puntos altos en el cine estadounidense.
Hay, además de un dúo protagónico carismático, una muy buena elección de casting, aún para los personajes que aparecen muy poco tiempo en la pantalla. Bertuccelli es, a esta altura, la estrella femenina de la comedia nacional. Con una variación en su voz, un pestañeo, un movimiento, logra matices. Ya sea para cuando su personaje miente (lo hace muy seguido) o cuando actúa con sinceridad.
Tal vez la debilidad más evidente sean algunos detalles que el guión no explora, tal vez porque confía en exceso en las licencias poéticas del género. Vino Para Robar es una comedia pero no una parodia, y la verosimilitud debe imponerse para que cada pieza encaje. Pero más allá de este aspecto, se trata de un muy atendible entretenimiento que nos sumerge en un mundo en donde los ladrones se ganan nuestra simpatía. No es poca cosa.