MUJERES BELLAS Y FUERTES
Diálogo trasnochado entre dos redactores.
Juan: Viola (María Villar) recorre la ciudad en su bicicleta entregando películas truchas a domicilio. Cecilia (Agustina Muñoz) y Sabrina (Elisa Carricajo) actúan y luego ensayan un fragmento de Noche de Reyes de William Shakespeare. Viola se encuentra con Cecilia y con Ruth (Romina Paula), quienes le enseñan cómo detectar si lo que tiene con su novio es un amor verdadero. No ocurre mucho más, pero sucede que lo interesante está depositado en el cómo, no tanto en el qué. Viola (2012) es parte de una serie de trabajos que Matías Piñeiro se propuso realizar a partir de la obra del dramaturgo inglés, sin correrse de sus obsesiones recurrentes. En todas las películas de Piñeiro el rol principal le corresponde a las mujeres, pero no solamente eso, sino que sus películas son femeninas, respiran un (para ser un poco mersas, sí) perfume a mujer. Tiene una sensibilidad especial y una ambición que es poco frecuente en el cine nacional.
Paula: Lo que sucede es que en determinados tramos de la historia se genera una cierta distancia entre los personajes y el espectador. La trama gira en torno a las relaciones humanas, los encuentros, aparentemente casuales (o no tanto), la duda, la confusión, la atracción, el deseo, etc. Temas cotidianos pero que el director necesita, o decide, ubicarlos dentro del enfoque de textos clásicos, y es ahí donde la empatía que uno necesita sentir al mirar una historia no se genera. Y los personajes, próximos en edad, ubicados en la misma ciudad en la que vivimos, con esquinas y calles reconocibles, terminan siendo ajenos.
Piñeiro parece querer rescatar en primer lugar la idea de las relaciones personales, marcando pinceladas, dejando lugares abiertos; y eso es interesante, pero a la hora de conectar con estos personajes probablemente algunos se queden afuera. Tampoco hay nada malo en eso, claro, pero sucede. La frialdad que marca la “no empatía” podría venir de la mano de la reflexión, pero tampoco siento que sea el caso. Es una película difícil de digerir, hay que dejarla decantar durante un tiempo, ir desmenuzándola y probablemente recurrir a mayor información para poder apreciarla. La pregunta sería si esto es necesario para poder apreciar una buena historia.
Juan: Es un cine intelectual y me parece que no se avergüenza de eso, sino que, haciendo pie en esto, se eleva, se potencia. Es elitista quizás, pero está bien, no es pretencioso al menos. Tiene un estreno reducido y va apuntado a un tipo de público más bien entendido, que sabe lo que está viendo. Habiendo dicho esto, no creo que sea frío, Viola tiene un encanto ingenuo que hace disfrutable su derrotero a lo largo de la ciudad y en el encuentro final con su novio. Las referencias literarias solamente dan un marco, o mejor, un punto de anclaje, donde no hay tantas diferencias como uno creería entre las comedias shakesperianas y los devaneos románticos de estos personajes. Un poco a la manera de Rohmer, o, más acá en el tiempo, a Linklater, pero blanqueando los intereses conceptuales del director, que van desde problematizar la representación o la adaptación, hasta los escarceos de estos jóvenes en busca de un amor.
Paula: ¿Entonces no cabe la posibilidad de ir a verla de manera ingenua? De por sí necesitamos saber de antemano que es un cine “para pocos” (intelectuales) y tendríamos que tener en mente los textos fundamentales de Shakespeare para sacarle el jugo a la historia. ¿Qué hacemos los que preferimos ir despojados a ver una película? Bueno, quizás esta historia no sea para nosotros. Pero más allá de las referencias y el contexto literario, a los personajes les falta profundidad. Es verdad que Viola, a quien seguimos a lo largo de la película, es el personaje al que más nos acercamos, porque es el personaje que más se aleja de aquellas “representaciones shakesperianas”, la que va por la ciudad perdida, la más real (?). Sí, ella tiene un “encanto ingenuo”, el mismo tipo de ingenuidad que a mí me gusta tener cuando voy al cine…
Juan: En lo que respecta a este tipo de películas, se da por descontado que uno no cae en estas proyecciones sin saber qué es lo que está por ver. Por ende, es lógico razonar que este prototipo de espectador tiene un cierto bagaje o una preparación previa (aunque éste quizás sea un término poco feliz), detalle en el que se apoya toda la obra de Piñeiro. Cuenta con un tipo de espectador preparado, al que no subestima y en quien confía.
Y lo que llamas “falta de profundidad” en los personajes en realidad es un link directo al universo de Shakespeare, donde sus criaturas entraban y salían de escena sin mayor desarrollo, sobre todo en las comedias; por lo tanto, es algo inherente al espíritu de la obra original. Particularmente no es algo que me moleste demasiado, en todo caso, el disfrute reposa en las idas y vueltas, en los enredos, en las confusiones y, en última instancia, en las conspiraciones que se tejen alrededor de los enamoramientos.
Paula: Quizás mi problema sea que dejé a Shakespeare olvidado entre los libros del secundario hace unos cuantos años (lo confieso) aunque no por eso me considero una espectadora fácil de complacer. Viola no tocó los nervios que hacen que una historia me movilice de alguna manera, ya sea física, emocional o intelectualmente y todavía no logro entender el porqué. Probablemente entremos en terrenos personales que nada tienen que ver con la calidad de la película, pero en última instancia para eso estamos, para dar nuestra propia y única mirada sobre la obra, más allá de estar empapados o no en la bibliografía de turno.