UNA VIDA FEA
Biografía correcta, cuidada, pero convencional y con poca sustancia. Otro ejemplo de un cine sin atrevimiento que se conforma con darnos los momentos salientes de una mujer sufrida, difícil, a la que le sobró soledad y le faltó amor. Porque la biografía de Violette Leduc tiene como punto central su desamparo. Desde la niñez la hicieron a un lado. Y el resto de su vida fue igual. Fue una mujer fea –así lo dice ella- que acabó dándole aspectos sombríos a una vida que sólo gracias a las letras pudo conquistar atención y reconocimiento. En Violette su aspecto le trajo dolor. Como quería Freud, la anatomía fue su destino.
El filme es una plegaria melodramática sobre la afirmación femenina, una película decorativa, donde cada uno hace su parte, pero no hay una escena capaz de transmitir a fondo la ausencia de un cuerpo querido que pudiera rescatarla de tantas penas y soledades. Y bajo esa misma mirada liviana y superficial, aparece este desfile de celebridades. “Violette” arranca en plena guerra y desde sus comienzos siente el rechazo y la desilusión que la acompañó siempre. Fue abandonada en su niñez, ignorada por su madre y todo siguió así. Pero será en la efervescencia de la posguerra, junto a Simone de Beauvoir, Camus, Genet y hasta Sartre, donde Violette irá perfilando los contornos de una vida tensionada entre la escritora con futuro y la mujer sin presente. La de ella fue una existencia desdichada y vacía, con el sexo como demanda central de una vida que parece haberse quedado con ganas de todo.