Violette

Crítica de Ernesto Gerez - A Sala Llena

La forja de una escritora.

Lo más interesante de Violette, lo universal, está en el hueso, debajo de las capas de citas y de la preciosista ambientación de los años de posguerra. El poder está en la historia de esa mina que la lucha para comer pero también para ganarle a sus miedos y hacer lo que la apasiona. La película se fortalece en esas bolsas de abajo de los ojos de Emmanuelle Devos, y con cómo nos muestra la soledad, la neurosis, la depresión y la necesidad de sobrevivir y, claro, de escribir, de crear, de trascender. Al igual que en Séraphine, Provost elige como personaje central a una artista que tiene que forjarse y que gracias a su talento consigue a alguien que confía y apuesta.

La película recorre el camino que llevó a Violette Leduc a convertirse en escritora. Desde sus experiencias en el mercado negro francés de la segunda guerra y su relación con Maurice Sachs (que hace el papel del tallerista actual: escritor que la incita a seguir escribiendo porque se da cuenta de que en sus palabras hay algo), a su obsesión con Simone de Beauvoir, quien termina siendo su mecenas y su motor emocional. Su enamoramiento no correspondido fue una pieza más en su colección de frustraciones y mala fortuna, y, seguramente, haya sumado potencia a su escritura: las tragedias personales como pozos petroleros artísticos. Y su pozo más profundo fue, sin dudas, la soledad; su castigo y su fuente de inspiración y éxito.

Martín Provost asume riesgos desde la mera elección de su protagonista. No elige hacer una biopic de Beauvoir o Sartre sino de la desconocida Leduc. Y acá el existencialismo asoma más desde las acciones de Violette que desde el pensamiento de los intelectuales. Porque la escritura le sale de las entrañas, no era una teórica. Tal como afirma Provost en una entrevista a los colegas de Escribiendo Cine, Leduc tuvo peso político, claro, pero de una manera más inconsciente que su entorno. Fue pionera del feminismo sin pretender serlo así como su escritura era política de una manera indirecta pero explosiva para ese momento. Y la película se centra en la soledad, en el dolor, en el crecimiento como artista, y comparte con la obra de Leduc su poder político implícito. Y radica allí su sutileza que la convierte en un pequeño oasis dentro de una cartelera pasada de rosca con execrables tanques doblados al español que se roban una altísima cuota de pantalla.