Otra de terror hecha para zafar.
Nuevo y enésimo derivado del esquema básico creado por George Romero hace ya (parece mentira) casi cincuenta años, Viral plantea la súbita aparición de una enfermedad que se comporta como un virus, pero tiene todas las características de un parásito. Contradicción entre términos biológicos que se acerca más a la definición de las pestes informáticas, pero que poco importa en la práctica: al fin y al cabo, la propuesta es genérica y no está destinada ni a los estudiantes de medicina ni a los de computación. Lo que resulta claro es que, en cuestión de días, el bicho en cuestión comienza a saltar de cuerpo en cuerpo y a multiplicarse de manera exponencial, diezmando a la población mundial y transformándola en una masa de violentos y dementes asesinos en potencia. En la tradición de mucho cine clásico, el film de Henry Joost y Ariel Schulman (los directores de Actividad paranormal 3 y su secuela inmediata) se concentra sin embargo en el árbol y no tanto en el bosque, y no sale de los límites de un pequeño pueblo que será bloqueado y celosamente vigilado por las autoridades sanitarias y militares.
Viral arranca con el embrague en primera marcha, pasando a segunda luego de un buen rato y llegando a su máxima velocidad una vez superada la mitad del metraje. Y está bien que así sea: lo más interesante del film se presenta durante sus primeros tramos, cuando la tranquilidad aparente del lugar comienza lentamente a teñirse de señales, sospechas y miedos. La mirada sobre los acontecimientos es, fundamentalmente, la de Emma, una joven estudiante de high school interpretada con candidez por Sofia Black-D’Elia (la chica asesinada en el primer episodio de la serie The Night Of). Su hermana mayor y su padre comparten un nuevo hogar en el pueblito luego de la separación de la madre, conflicto personal que –siguiendo otra tradición narrativa de profundas raíces– correrá en paralelo a la explosión de la patología y la conversión de los residentes del lugar en algo parecido a los viejos y queridos zombis. Hay también vecinitos hot, alguna que otra envidia y celos entre el alumnado, y una fiesta no del todo legal donde los jóvenes se enfrentan por primera vez a la aparición del maldito gusano viral.
Lo que sigue es de manual, y los realizadores se apartan poco y nada de las reglas, entregando un film de módicos sustos, escenas no tan sanguinolentas y escasos entusiasmos narrativos, contentándose con hacer llegar la embarcación a buen puerto sin demasiados sobresaltos. En otras palabras, Viral es uno más entre tantos largometrajes de terror contemporáneos que sienten la satisfacción del deber cumplido, como esos estudiantes que respiran aliviados cuando aprueban el final con un 4 o, en el mejor de los casos, un 5. “Zafó, alumno. Al menos no tenemos necesidad de vernos el año que viene”. ¿O acaso habrá un Viral 2?