Un plano secuencia de más de 10 minutos introduce al espectador en el atrapante relato de “Virus 32”, película con la que el uruguayo Gustavo Hernández vuelve a la pantalla grande tras “No dormirás”.
En ese plano, Iris (Paula Silva), es descripta como una joven madre, segura de sí misma, que hace malabarismos para seguir adelante pese a que una tragedia, de la que no se dice mucho (punto a favor), la marcó a fuego.
A los pocos segundos conoceremos a Tata (Pilar García), su pequeña hija, una niña que le devuelve a Iris su sentido de responsabilidad, pese a que el hábil guion la pinta como una madre diferente, una que se anima a poner por delante sus deseos y pasiones.
Ante el olvido de tener que quedarse con la pequeña, decide ir al trabajo con ella, un puesto de serena de un viejo y gigantesco club social en el que la soledad del espacio garantizaría, claro está en otra situación, un remanso y espacio de descanso y ocio.
Pero esto es una película, y de género, tal como lo transmite en la primera escena el guion, en donde un anciano toma entre sus manos a un pequeño canario, alertando sobre el peligro que acechará a sus protagonistas.
“Virus 32” escapa a los lugares comunes del sub género de zombies, resignificándose por la resiliencia depositada en el personaje central, Iris, que lidiará con secundarios (Daniel Hendler, Franco Rilla) que pondrán a prueba la transformación que su camino para convertirse en heroína le tiene preparado.
Paula Silva se pone en la piel de esta joven madre con una interpretación sorprendente, verdadera, reflejando ese deambular por la vida del rol, esperando que todo vuelva a ser como antes, o, al menos, parecido a aquello que soñó para ella y sus hijos, y pese a que el destino le tiene preparado otro final.
Hernández, una vez más, logra un producto redondo, de impacto, con escenas que por momentos no son aptas para espectadores sensibles, pero que invitan a que la experiencia cinematográfica sea eso, un viaje hacia el profundo infierno de personajes que se encuentran en una que los sorprende, como, a todos, nos sorprendió ese paréntesis pandémico y del que a poco estamos saliendo, como Iris, como Tata y como cada uno de los zombies en los que nos convertimos.