Hay muchos ejemplos de cine de terror en Sudamérica. En Argentina el género no para de crecer y esta coproducción con Uruguay es otro ejemplo claro. A pesar de la buena voluntad y de las ideas, la mayoría de estos títulos no consigue estar a la altura de sus ambiciones. Por eso es una grata sorpresa Virus 32, una película que demuestra que no es una cuestión de presupuesto, sino de talento, el poder resolver las historia de género de forma satisfactoria.
Un virus se desata en la ciudad de Montevideo y va diezmando a la población. Las víctimas de algo así como una plaga zombie se convierten luego en victimarios. Cada vez quedan menos sobrevivientes. Iris y su hija se encuentran en el club deportivo donde ella es guardia de seguridad. No se dan cuenta, hasta que es demasiado tarde, del peligro que corren. No serán las únicas sobrevivientes. Un hombre junto a su esposa embarazada también están allí. Parece una situación sin escape, hasta que descubren que luego de cada ataque los zombies se calman durante treinta y dos segundos.
La historia es interesante, los personajes son buenos, los actores están bien. Pero la película brilla particularmente en la magnífica elección de las locaciones y la manera en la cual el director las aprovecha. En esa creación de ambiente está gran parte del buen resultado. Un guión con clima y un director que además filma muy bien. El encuadre en cada plano y el montaje permite que la película tenga el suspenso y la tensión que tanto cuesta lograr en el cine de esta parte del mundo. Virus 32 es una gran película de terror que por momentos recuerda al cine de John Carpenter, aunque tenga vida propia y encierre la promesa de un enorme realizador por venir.