La bella, honesta y finalmente conmovedora película codirigida por la veterana realizadora francesa se centra en un recorrido que hizo por distintos pueblos y ciudades francesas junto al fotógrafo JR escuchando las historias de personas comunes y retratándolas en enormes murales.
La ya mítica realizadora francesa, una de las pocas sobrevivientes de la generación de la Nouvelle Vague, entrega en VISAGES VILLAGES otro de sus documentales personales, casi diarios íntimos, de los últimos tiempos, sólo que esta vez realizado en compañía del artista visual conocido como JR. El proyecto que los une es recorrer distintas regiones y ciudades de Francia, conociendo a los habitantes de esos pueblos y ciudades en las calles y en sus trabajos para luego retratarlos en enormes murales a la vista de todos.
Esa excusa es la que le sirve a Varda para ni más ni menos que conocer gente y darla a conocer, entablar conversaciones sobre sus vidas, observar cómo se vive y se produce en distintos lugares y homenajear a esas personas en murales que son una suerte de reflejo de esa mirada respetusa, cálida, noble y cariñosa de la artista, muy alejada de la reciente moda del relato de vidas pueblerinas patéticas y/o miserables que pueblan el universo del documental pretendidamente cool, provocador o supuestamente gracioso. Acá nadie se ríe ni se burla de nadie. Las risas y las lágrimas son compartidas entre cineastas, protagonistas y espectadores.
Sobre el final del filme –que no spoilearemos– la película toma un giro un tanto más gris, más bien gris oscuro, ligado en cierto modo a la historia de Varda y de algunos otros personajes de la Nouvelle Vague. No diremos más: hay que verlo. Es un cierre raro pero tocante y emotivo de otro documental excepcional y humano de la realizadora de LA FELICIDAD.