Antes de cualquier otra cosa: he aquí una película linda, así de simple. La más vital sobreviviente de la Nouvelle Vague, Agnès Varda, por primera vez codirige, y lo hace con el fotógrafo y muralista JR. Visages Villages ("caras pueblos" sería una traducción) los muestra en una relación encantadora, cercana, de amigos que saben que pueden usar el humor y trabajar sobre el físico de cada uno, las edades, las taras a la hora de vestirse, las obsesiones y esos pequeños detalles que nos recuerdan cómo el cine puede convocarnos una vez más a ver cómo personas extraordinarias -y con la vitalidad como estandarte- pueden llevarnos a un viaje inolvidable. Varda y JR parten en una road movie en la que sacan fotos a mucha gente y decoran grandes superficies con esas imágenes.
El proyecto es lindo para ver en funcionamiento, las fotos son lindas de ver, los edificios -y también contenedores, por caso- quedan impactantes y bellos con rostros y cuerpos en esas dimensiones. Varda y JR hacen lo que hacen con amor, buen talante, ritmo y una puesta en escena que recoge lo mejor de cada casa (o pueblo), mientras se reflexiona de manera ligera pero nada superficial sobre la imagen.
De este documental con no pocos momentos de precisa e incluso cómica ficción no podemos esperar un final que no sea encantador. Y sucede, no sin antes ver a Agnès ubicando en el lugar correcto a la demasiado prolongada petulancia del Godard del siglo XXI.