El estreno de una nueva película de la mítica directora belga Agnes Varda, debería ser un acontecimiento anunciado a los cuatro vientos y presentado con grandilocuencia. Por el contrario, termina siendo un film menospreciado, que se estrena en menos salas de las merecidas, y que con suerte estará más de una semana en los cines argentinos. Quizás muchos no sepan quien es Agnes Varda, y valga la pena hablar de ello, a modo de introducción; esta cineasta ha sido uno de los nombres claves de la Nouvelle Vague, junto a directores como Francois Truffaut, Jean-Luc Godard o Eric Rohmer. También podemos decir que es una de las realizadoras mujeres más relevantes de la historia del cine, y que, sin duda alguna, su película emblema es Cleo de 5 a 7, una cinta obligatoria para quien se reconoce como cinéfilo, aunque podemos citar otras tantas, como La felicidad, La pointe courte o Sin techo ni ley.
En esta ocasión, la directora y guionista nacida en Bélgica, contó con la colaboración con el artista callejero francés JR, destacado en lo referido a fotografía e intervenciones urbanísticas. A modo de introducción, ambos hablan del reconocimiento que tienen por sobre la obra del otro, donde vemos segmentos de filmes de la directora, y algunos trabajos fotográficos de el joven JR.
Visages Villages es una suerte de encuentro entre ambos artistas. La diferencia de años que existe entre ellos es abismal; ella al momento de realizar el documental tenía 88 años, él tan solo 33. No obstante, cuando dos artistas se respetan mutuamente, y encuentran un punto de abordaje en común, suceden estas cosas, y el arte es el principal beneficiado. Visages Villages es el arte en su máxima expresión, pero también es un hermoso viaje, y es la cruza perfecta entre el cine y la fotografía. El documental retrata un poco de todo, con la excusa de fotografiar gente a lo largo del camino, realizar gigantografías, y exponerlas en diversos sitios, con diferentes enfoques y la creatividad como bandera, nos trasladan a una experiencia visual y sensorial que vale la pena ver. A lo largo de los 90 minutos de cinta, presenciamos las distintas intervenciones urbanísticas que terminan resultando del trabajo en conjunto, mediante diversidad de ideas, van decorando paredes y lugares, dotándolos de sentido y significado, sin pasar por alto la belleza de algunas puestas.
Sin dudas que el enfoque central de Visages Villages es el arte, aunque por momentos se cruzan situaciones sumamente ocurrentes, que nos sacan una sonrisa, y se percibe cierta naturalidad que ayuda al avance del relato mismo, dotándolo de cierta versatilidad, y sacándolo del estatismo de un documental tradicional. La gracia que sobresale de Agnes Varda también es admirable, su forma de manejarse con la gente, su energía, su simpleza. Estas son las pequeñas, pero suficientes razones, que justifican el visionado de la cinta en cuestión.