La gitana está sentada, frente a una pequeña mesa con cartas de tarot en una callecita del barrio de La Boca. Algunos curiosos se acercan para conocer sus destinos, y ella, con acento español, les promete lo mejor y les solicita una ayuda monetaria. Luego de un rato, ella levanta su improvisado campamento y llega a su casa para encontrarse con Esteban, un vividor que se dedica a seducir mujeres, las enamora y luego las abandona, aunque previamente les deja un folleto con los datos de Marta, su socia, esa gitana. Es el pie para esta historia dramática y atípica que pendula entre lo policial y lo sobrenatural, elementos que el novel director Juan de Francesco supo manejar con indudable convicción, basado en un interesante guión de Nicolás Cisco.
Esa presunta gitana halló en Roxana Randón a una actriz que dotó a su personaje de la necesaria dosis de credibilidad y de emoción, elementos imprescindibles para que esa Marta, en definitiva silenciosa y solitaria, tenga la suficiente encarnadura que vira desde sus explosivas dosis de violencia hasta la ternura que le llegará justamente en sus momentos más difíciles. Paisajes de un Buenos Aires reconocible, captados por una fotografía de indudable calidad y personajes cotidianos que acompañan el derrotero de los dos protagonistas son otros hallazgos en este film que habla, en definitiva, de odio, de dolor y de secretos bien guardados.