Viudas

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Hace rato que clamaba a gritos por un filme realmente inteligente, y hoy tuve el privilegio de encontrarlo. Basada en una exitosa miniserie inglesa de los años 80, Viudas es un policial brillante, sagaz, denso, plagado de capas y capas, de tramas y subtramas, de detalles ricos y vueltas de tuerca inesperadas. Acá el robo es la excusa para ver una galería de personajes complejos, ponerlos en un mismo escenario y dejar que interactuen entre ellos, generando una sinergia que desemboca en desenlaces inesperados. Un cast de lujo, un director impecable y un libreto sin desperdicio hacen a un filme enorme por donde lo miren.

Todos estos individuos tienen una doble vida, sea por aceptación u omisión: la morena casada con un blanco (Viola Davis y Liam Neeson, qué pareja!) que sabe que el metié de su marido es el robo aunque no se involucra; la rubia tonta (Elizabeth Debicki), manipulada y abusada por su marido golpeador (cameo de Jon Bernthal), miembro de la banda de Neeson; el juerguero de poca monta que no duda en pelar a su propia esposa (Michelle Rodriguez) mientras se patina la plata de los robos en apuestas clandestinas; y un anónimo colaborador que tiene por esposa a la hermosa Carrie Coon, relegada a un papel super menor pero de peso en la trama. Claro, el robo de Neeson sale mal, la pandilla resulta masacrada y carbonizada en una emboscada de la policía, y el dinero del robo – dos millones de dólares, robados a un mafioso negro que quiere subir de nivel haciendo carrera en la política y postulándose como concejal – arde entre los restos. El mafioso no se queda quieto y aprieta a la Davis para que le regrese la plata porque sino no puede terminar la campaña, y la morena debe idear un plan para obtener el dinero. Y con la libreta de robos planeados de Neeson (“no hay nada mejor que cuando un plan se cumple!”, dice mientras muerde un habano), tiene todo para hacer un super atraco y hacerse con cinco palos verdes antes que el mafioso la haga boleta. Claro, ella nunca robó nada en su vida y sola no va a llegar a ningún lado, así que las viudas de los compañeros de pandilla de Neeson deberán ayudarla a cometer el robo, amén de que el dinero representa la oportunidad ideal de retomar sus vidas (o salir del pozo donde sus esposos la dejaron).

Esto no es Ocean’s Eight; acá la gente exuda letalidad y las cuatro mujeres involucradas son el jamón del sandwich entre dos facciones que se odian a muerte: el moreno mafioso y el concejal corrupto (Collin Farrell), el cual quiere heredar el puesto de su padre (un ultraracista Robert Duvall, exquisito como siempre) en una elección que parece hecha a su medida. Pero el mafioso (Brian Tyree Henry) no se va a quedar de manos cruzadas; su perverso secuaz (Daniel Kaaluya) le sigue el rastro a todos, sobre todo a la Davis, y no duda en masacrar gente con tal de conseguir pistas sobre lo que hace la volcánica morena.

No es difícil ver a Viola Davis como la versión morena de Helen Mirren; no sólo pone lágrimas y desamparo cuando la escena lo precisa, sino que tiene su momento personal en donde ruge y escupe ácido demoliendo al que tiene adelante, ese instante salvaje que todo el mundo adora. Lo hizo en una pavada como Suicide Squad, lo hizo en Fences y lo hace en How Get Away Wuth Murder. Tiene una presencia magnética, una belleza exótica y acá, en el rol de viuda de clase alta, una elegancia imponente. Ella mandonea a las otras ya que la vida de todas depende de conseguir el dinero; la Rodriguez tiene mas calle y se da maña para hacer tareas de inteligencia, pero es la Debicki la que descolla en el cast: es una chica golpeada, manipulada por su asquerosa madre (Jacki Weaver en un rol que dura cinco minutos pero que es de una repulsividad memorable) que no ha dudado en dejar que sus novios del ayer la abusaran cuando era una niña, y que incluso la anota en un sitio de escorts para que recupere el nivel de vida… y pueda mantenerla. Pero la Debicki sale del estupor y empieza a evolucionar, volviéndose sagaz, recuperando el respeto por sí misma y convirtiéndose en alguien feroz que no va a dejar que nadie mas le pase por arriba. El momento en que discute con la Davis, ésta la cachetea por ser torpe, y la Debicki le retruca con furia clamando que nadie mas va a abusarse de ella, es un instante de enorme intensidad. Quizás el principal problema de la Debicki es que es gigantesca (1.90 m sin tacos) y se ve como Big Bird de Plaza Sésamo frente a las otras; y cuando en la escena de los tortazos hace las paces con la Davis, es como si abrazara a un niñito, ya que le saca una cabeza y media a todos en el cast, incluyendo a los hombres.

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Pero la Coon no se prende al emprendimiento y el reemplazo llega en forma de la niñera de la Rodriguez, que es Cynthia Erivo. Si uno esperaba ver a la cuarentona cantante de blues de Malos Momentos en el Hotel El Royale, esperen a ver esta versión atlética que parece una she-hulk morena. Tanto ella como la Davis rebosan de músculos por todos lados, pero la Erivo es directamente un personaje Marvel tipo la generala Okoye de Black Panther. Ella precisa la plata y está harta de los mafiosos que explotan su barrio, y como es buena con la fuerza bruta y el manejo, se une a la movida. Es imposible apartarle la vista sobre todo cuando hace boxeo en mallita (y no es dificil imaginar a la bisexual Rodriguez pispeándole la cola entre escenas).

Pero acá el plan es lo de menos, la cosa es ver cómo se cocinan las cosas. El mafioso moreno que quiere subir de nivel y ganar mas plata haciendo contratos con conocidos a cambio de sobornos; el concejal corrupto que no duda en hacer muchísimas obras y estimular a la gente, considerando algo natural de su negocio el cobrar prebendas; el concejal a punto de retirarse, un viejo racista que considera a la gente basura y que solo piensa en el poder por el poder mismo; y el robo como si fuera una misión de prueba, testeando el temple de estas mujeres para demostrar si son algo mas que un adorno de hombres temerarios y peligrosos. Y cuando el velo cae y la verdad queda a la vista, las revelaciones son sorprendentes. He allí a un grupo de mujeres que nunca mas se va a dejar pasar por encima.

Es posible que el final no sea el más prolijo; me da la sensación de que deja cosas sin explicar y asume que nadie va a querer vengarse de las viudas aunque sigan viviendo en la misma ciudad. Son dos minutos desconcertantes en el final, pero son perdonables en vista de la intensidad de todo el resto del filme. Sí, hay acción, pero acá lo mejor es el tiroteo verbal entre los jugadores, el cual exuda tensión, peligro y dramatismo. Un filme tremendamente satisfactorio por donde se lo mire, comprimiendo un montón de material fascinante en un relato que desborda de creatividad.