TRES PELÍCULAS EN UNA
Una escena es clave para entender en qué lugar falla Viudas. En ella, los personajes de Michelle Rodriguez, Elizabeth Debicki y Cynthia Erivo se ríen y bromean mientras preparan el golpe maestro que las ha reunido, pero llega la jefa interpretada por Viola Davis (siempre intensa; y por siempre nos referimos a todas las películas en las que aparece) y les grita que se tomen esto en serio. Entonces, se terminan las risas porque en definitiva lo que ha unido a esas mujeres es la tragedia y no vaya a ser cosa que alguien se anime a divertirse. Y no es que la nueva película de Steve McQueen sea demasiado solemne (o al menos no lo es tanto como sus películas anteriores: el tipo hizo la infamia esa de 12 años de esclavitud), pero se hace muy evidente el tironeo entre un guión que utiliza la vueltas de tuerca con un carácter lúdico y un director que no está dispuesto a vender su estatus de autor para narrar un simple y burdo policial.
Obviamente que McQueen no es un negado con la cámara, y eso se puede observar en una potente secuencia de arranque con un robo que sale mal. Pero su tendencia a querer potenciar todo desde un costado dramático arruina los buenos pasajes de este film: ese mismo robo del comienzo es lacerado por un montaje paralelo en el que vemos a cada asaltante despidiéndose de sus respectivas esposas y parejas. Hay un buen uso del sonido que irrumpe violentamente entre escena hogareña y escena hogareña, pero el recurso se hace repetido y pierde efectividad. Entonces la espectacularidad de ese pasaje queda vedada ante la mostración de McQueen de que se trata de un director que está por encima del material que está trabajando.
Viudas es la reversión de una vieja serie británica escrita por Lynda La Plante, que aquí cuenta con presencia en el guión de Gillian Flynn, la autora de la novela en la que se basaba Perdida y una escritora que parece divertirse con el uso de giros imprevisibles que rompan con lo verosímil de los relatos. En lo básico, Viudas es ese tipo de propuesta. Un trío de mujeres cuyas parejas acaban de morir en un asalto frustrado, deciden terminar el trabajo de los hombres a partir de la aparición de una libreta en la que se dan indicaciones precisas sobre un próximo golpe maestro. Pero esto que a simple vista parece una reversión oscura de Ocean’s 8: las estafadoras, se retuerce al avanzar por otros caminos, tal vez demasiados. Porque en paralelo, Viudas narra también la lucha entre dos candidatos a ediles de un barrio peligroso de Chicago, Colin Farrell y Brian Tyree Henry, lo que da lugar a disputas familiares, matones psicóticos salidos de una de los Coen, pastores corruptos y un nivel de discusión sobre política que vuelve sutil a House of cards. Claro, McQueen se encarga de decirnos que todo es una mierda, que la lucha es entre corruptos irredimibles y que la política es mala. Una serie de perogrulladas de un tono tan grueso que podrían volverse simpáticas. Pero ni siquiera. En Viudas termina habiendo dos o tres películas, y el resultado final es ese tironeo incómodo entre lo lúdico de la escritura de Flynn y la tendencia a tomarse demasiado en serio de McQueen.
Y Viudas es también -claro- un relato que intenta vincularse con este presente de empoderamiento de la mujer. Pero mientras Flynn es alguien capaz de construir personajes femeninos que representen ese cambio social con un alto nivel de osadía y provocación, corriéndose de los lugares comunes, McQueen no hace más que subrayar y subrayar. En todo caso, las buenas actuaciones de Rodriguez y Debicki hacen que todo sea un poco más complejo de lo que finalmente es.