Viudas

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

Viudas nunca se propone ser una película sobre un robo. Como 12 años de esclavitud tampoco intentaba convertirse en un relato de aventuras. Para Steve McQueen, los géneros son apenas un inventario de recursos de los que se apropia, de manera astuta y algo utilitaria, para decir lo que piensa sobre el mundo en el momento en que filma. Esa decisión en sí no es un problema, sí el fracaso de la amalgama entre intención y resultado, entre género y discurso. Debemos decir que mientras en 1 2 años de esclavitud todo el peso del relato se disolvía bajo la fuerza declarativa de los temas importantes que abordaba -racismo, violencia social, injusticia-, aquí -pese a cierta previsibilidad en el retrato de la corrupción política-, logra varias escenas potentes e inquietantes (la fuga inicial, las amenazas al dueño del bowling), y sostiene el recorrido de la intriga en las sólidas actuaciones (Viola Davis, pero sobre todo Elizabeth Debicki y Daniel Kaluuya).

De ellos queda algún amor idealizado, varios malos recuerdos, deudas y una libreta misteriosa que siembra los pasos venideros como un camino de descubrimiento.

La guionista y escritora Gillian Flyn ( Gone Girl, Sharp Objects) construye para McQueen -sobre la base de la novela de Lynda La Plante, creadora de la serie británica Prime Suspect- una narrativa que desplaza las acciones como eco de los personajes (por eso, algunas piezas que no tienen origen, como la cuarta mujer, se notan implantadas), como fruto del impacto de sus respectivos duelos (donde encuentra los mejores resultados), como conquista de un lugar con derecho propio. Acá no hay banda de profesionales del crimen como en los tradicionales heist films o películas de robo: McQueen se interesa por sus personajes en sintonía con la época y traza el camino que las lleva desde ese lugar de esposas de decorado a gestoras de su propio destino como un acto de reparación.

Quizás el problema central de la película es que ese evidente desinterés que el director acusa por la planificación y el ensayo del robo -que no deja de ser el objetivo final del relato- hace que, cuando ocurre, no termine de fascinarnos del todo.

Lo que mejor consigue McQueen es entretejer los caminos de sus viudas como una especie de laberinto moral, jugando con su ambigua vulnerabilidad, dando vueltas a sus contradicciones, y mezclando ese clima de creciente amenaza que las rodea con algo de bienvenido humor y no tanta solemnidad.