Palíndromo quiere decir “palabras o expresiones que se leen igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda”, y vale la aclaración en caso que el lector distraído no lo sepa. A lo largo de este documental, Tomás Lipgot recorre diversos países para encontrar a obsesivos del palíndromo tan fanáticos como él. Sólo se trata de descubrir la singularidad detrás del arte de conjugar las palabras en forma simétrica, un ritual que sus seguidores practican fervientemente.
Hasta la fecha, Lipgot dirigió una serie de cortometrajes y largometrajes entre los que destacan “Ricardo Becher, recta final” (2011), Moacir” (2011), “El árbol de la muralla” (2012), y “Vergüenza y Respeto” (2015) . Por esas cosas misteriosas que tiene la vida, el realizador nació en Neuquén (el nombre de una ciudad que se lee en reversible), cultivando desde joven una afición que descubrió por accidente y que nació en la soledad de aquel que posee una manía incomprendida, sintiéndose por ello inseguro de comunicar a sus pares su fanatismo.
En su hora y media de duración, el documental intenta retratar a una porción de la legión de fanáticos de todo el mundo que desatan su pasión por jugar con el sentido de las palabras y potenciar el costado más lúdico del lenguaje. Con producción de Duermevela (Argentina) y Aved Producciones (España), este documental se procura el registro de la esencia del palíndromo, inclusive desafiando su propia lógica. Como toda manía, la fascinación que esconde en su interior sólo es entendible para aquellos que comparten esta diversión desenfrenada, y allí el realizador encuentra su reflejo en la camaradería de un grupo de personas entregados al incansable arte de rimar palabras, con el acompañamiento de una canción que funciona como leit motiv durante la película.
La del palindrismo es una actividad que alcanza a la literatura, al lenguaje musical, a la neurociencia y a las ciencias exactas. En tal sentido, esta obra filmada en Barcelona, Buenos Aires, Alemania y Paris, intenta persuadirnos de que lo científico y lo poético van de la mano. Pensemos acaso en el número áureo y veremos su reproducción infinita en la historia del arte y la cultura del hombre a través de los tiempos. Recurriendo a palabras de especialistas o simples aficionados que apoyen y validen la teoría, Lipgot descubre las características lúdicas que intrínsecamente posee el lenguaje y la necesidad creativa inherente a todo ser humano. En este sentido, bastaría para darnos cuenta sobre su importancia al leer a teóricos de la escritura creativa como Gianni Rodari, experto precursor del uso de juegos fantásticos como mecanismo para desestructurar la lengua con fines didácticos. Se sabe que el acto creativo no es una acción precisamente racional y parte desde el inconsciente.
En el Club Palindromista Internacional, con sede en Cataluña, sus miembros parecen vivir en mundos paralelos y perseguir el objetivo irrenunciable de la simetría perfecta y permanente, sin abandonar el tono alegre y recreativo. Inclusive haciendo abuso de lo meramente anecdotario y reiterativo, el documental resulta una singular visión del mundo bajo una serie de lemas como máxima: romper los códigos de la palabra, reinventar el lenguaje, subvertir la lengua, descubrir significados y reordenar frases. Un pasatiempo más frecuente de lo pensado, que deriva en lo paradójico de alterar un sentido y en lo eminentemente cíclico de la práctica.
El realizador intenta comunicar la percepción del mundo de estos personajes tan estrafalarios, a través de su mirada que comparte-cómplice y entusiasta- la excentricidad de esta práctica, sumando originalidad con un corto animado que muy logrado que divide la película en dos mitades iguales. El rastreo pormenorizado en diversos rincones del mundo deja el claro testimonio acerca de las distintas maneras que alguien puede relacionarse con la palabra teniendo la clara premisa de que las estructuras están hechas para derribarse. Para propios y extraños, la actividad del palíndromo denota lo exagerado que puede convertirse en pintoresco y, justamente por ello, si bien la mayoría del público quizás no empatice con sus participantes. La obsesión con la que la simetría puede ser llevada al extremo resulta un inquieto disparador en búsqueda de respuestas a eternos interrogantes acerca del sentido final de la palabra. ¡Vaya desafío!