Cambio de gemelos
Los últimos estrenos que vienen de Italia apelan a dos temas: la melancolía sobre un mundo perdido (La grande bellezza) y la mirada crítica a la política (Il divo), en tanto, de vez en cuando, surge algún film de autor como Bella addormentata de Marco Bellocchio. No casualmente Toni Servillo, actor de moda, fue protagonista en las tres, y también de Viva la libertá, donde se conjugan la política actual, la nostalgia por un tiempo que no vuelve y una visión sobre la Italia contemporánea nada sutil de acuerdo a un guión efectista y de esquema más que grueso.
Si Servillo encarnó a una especie de Giulio Andreotti en Il divo, ahora interpreta a gemelos: por un lado Enrico, un político de izquierda repudiado por los suyos en vísperas eleccionarias, y por el otro Giovanni, un filósofo que carga con su bipolaridad teñida de frases hechas que caerán bien en el electorado.
La historia, entonces, es la clásica sustitución de uno por el otro y los cambios que pueden producirse frente a la inminencia de los votos. El director Andó narra en montaje paralelo la nueva vida del político, ahora más terrenal y con reminiscencias del pasado, en tanto, su hermano gemelo se convierte en un curioso sujeto para sus seguidores y adversarios dando clases sobre democracia y filosofía de segunda mano.
El principal problema de Viva la libertá es haber pasado por alto la oportunidad de meter el bisturí en la izquierda italiana, especialmente desde que pactaran la democracia cristiana y el socialismo, omitiendo al maravilloso partido comunista de la posguerra. La película bordea este tema, pero lo deja ahí, en una tibia sonrisa, muy parecida a la del protagonista en el último plano del film.