El doble discurso
Sin lugar a dudas, una de las maneras más efectivas, en los últimos tiempos, de hacer cine político es mediante el empleo del recurso dialéctico de la ironía y el juego de los contrastes de caracteres a partir de una intencionada puesta a punto de exageraciones de cara a los estereotipos más reconocibles. Por eso la idea de atacar desde la crítica con inteligencia a las contradicciones del doble discurso del Partido Comunista Italiano a través de la exposición del equívoco que se explota desde las características físicas de dos hermanos gemelos, interpretados por el genial Toni Servillo, resulta más que atractiva en este film de Roberto Andó bajo el sugestivo y paradójico título Viva la libertad y que por fortuna encuentra un espacio en la cartelera cooptada por la mediocridad mainstream.
De aquellos resabios de la izquierda italiana, que encontraron expresión en las banderas acuñadas por el Partido Comunista Italiano (PCI), antes de vivir en carne propia la derrota por parte de la Democracia Cristiana Italiana (DCI) que llegó al poder en la década de los 80, la figura del intelectual era considerada como uno de los mayores baluartes del PCI. Sin embargo, la decadencia política entre otros fenómenos que hicieron mella en esa Italia convulsionada no dejaron indemnes a las mayores filas o cuadros del PCI, que se volcaron hacia el mal habido pragmatismo traicionando ideales que hoy forman parte de los debates más acalorados de la izquierda, no sólo en Europa sino por estos confines del mundo también.
Las contradicciones políticas entonces aparecen como el principal conflicto para el Secretario del partido, quien cansado de las incongruencias de su propia gente y contagiado por ese pragmatismo peligroso que reemplaza aquellas ideas revolucionarias de antaño, huye sin aviso en busca de una antigua novia y tal vez esa fuga hacia adelante se transforma en un intento de recuperar un pasado donde el entusiasmo por la política afloraba con la misma efervescencia de los discursos cuando las palabras aún tenían un valor.
En pleno clima de campaña y con el agregado de la ausencia del máximo referente, la solución también surge desde el pragmatismo al conocerse la existencia de un hermano idéntico, universitario que se encuentra internado en un psiquiátrico por sus desvaríos de vehemencia pero que a los ojos de los medios, la oposición y la opinión pública podría ocupar el liderazgo sin levantar siquiera sospechas, como aquel hombre del jardín que alguna vez fuera interpretado por el inigualable Peter Sellers. Algo que no está en los planes de asesores ni allegados es que el buen hombre se encuentra políticamente en las antípodas del discurso dominante y su honestidad a la hora de responder lo vuelve un fenómeno político que apela a la honestidad y al sentido común en pos de la política entendida como acción para mejorar el bienestar general.
Claro que el cine no va a cambiar nunca al mundo pero al menos en ese instante donde el verosímil cinematográfico desnuda nuestras propias hipocresías, contradicciones y virtudes con relatos sencillos parece un bálsamo que alimenta el alma y sacude la pereza intelectual para vaciar la cáscara de la retórica chata que encuentra su mayor expresión en todas las clases políticas.