Cambiando roles
Muchas veces se utiliza la expresión “patear el tablero” frente a la situación en la que una persona decide hacer un cambio drástico sobre su vida de un día para otro. En Viva la libertá (Italia, 2013) de Roberto Andò, Enrico Oliveri (Toni Servillo), un político que ve como su carrera en completa decadencia podría llevar a su partido a una derrota histórica por su candidatura, se "escapa" de sus obligaciones durante unos días sin dejar rastro alguno.
Su asistente (Valerio Mastandrea) comienza una búsqueda desesperada en la que nada parece acercarlo al paradero de su jefe, de quien creía saber todos sus detalles y anhelos más profundos, pero de quien descubre no saber nada. Cuando la organización del partido comienza a impacientarse y a pensar en un reemplazo de Enrico frente a la cercana fecha de elecciones, aparece Giovanni Ernani, hermano mellizo del desaparecido (recién salido de una institución psiquiátrica) y en el que vislumbraran la posibilidad, aunque sea momentáneamente, de mantener tranquilas a las hordas de simpatizantes y detractores políticos.
Y mientras en Italia Giovanni logra subir en las encuestas y reposicionar al partido en los primeros lugares de intención de voto, Enrico se debate en una disyuntiva en la que la posibilidad de regresar y ocupar su rol podría alejarlo del reencuentro con una vieja novia suya (Valeria Bruni Tedeschi) que lo alberga en su hogar y que además lo conecta nuevamente con el mundo real.
Película de contrastes, entre los que hacen y no hacen, de búsqueda personal, Viva la libertá alardea sobre una necesidad de lograr un equilibrio entre la vida personal y laboral, aun cuando esta última sea casi imposible si se trata de un político a punto de tocar fondo en su carrera.
El enojo con la clase política y el rechazo a discursos armados, muestra un pueblo que ya no compra fórmulas repetidas, provenientes de épocas en las que la bonanza económica iba acompañada de un saqueo de las arcas del Estado acompañado de la retracción de la esfera pública.
En la desestructuración de la vida y el descubrimiento de la posibilidad de rehacer una historia que al momento parecía ya destinada y sin posibilidad a un giro, es en donde Viva la libertá se afirma con honestidad más allá de cualquier comparación con discursos New Age.
Una suerte de puesta al día de Príncipe y Mendigo, involuntario, en la que el mundo de la política, el cinismo y la displicencia fundamentan su guion, universalizando su alegato y llevando al máximo la propuesta de película basada en el cambio de roles y la transformación de los protagonistas.