El realizador de El crimen desorganizado viajó a Cuba para narrar esta valiosa película de iniciación y maduración centrada en una conflictiva relación padre-hijo.
El director irlandés Paddy Breathnach.se ha definido más de una vez como un fan acérrimo de Cuba. Fue justamente en uno de esos viajes a la isla que descubrió un show de travestis en un club nocturno que lo emocionó hasta las lágrimas. Años después, aquellas observaciones y sensaciones servirían de materia prima para este largometraje centrado en los avatares de un joven de 18 años en plena búsqueda de su identidad.
Jesús es un peluquero homosexual que se gana la vida arreglando pelucas en un club de drag-queens en La Habana, entre otras changas. Una noche pide que lo dejen actuar y, para sorpresa de todos, lo hace muy bien, con pasión, talento y sentido artístico. Su vida cambia drásticamente cuando regresa su padre, un famoso ex boxeador que acaba de salir de la cárcel y al que, claro, no lo pone muy contento que su hijo se suba a un escenario vestido de mujer.
Seleccionada para representar a Irlanda en los Oscar del año pasado, Viva mostrará la progresiva reconstrucción del vínculo entre ambos en medio de una ciudad que, lejos de la postal turística, ofrece una carnadura barrial y mundana. Hay, también, largos silencios y miradas entrecruzadas y cargadas de acusaciones que Breathnach muestra con una mezcla justa entre sutileza y ternura.
Viva, es cierto, cae en algunos lugares comunes del cine estilo Sundance y por momentos se vuelve condescendiente con el espectador, pero la vitalidad y la energía convierten a este relato madurativo, de reencuentros y vueltas de página, en una más que digna aproximación al siempre complejo vínculo entre padre e hijo.