Una película grande que no llega a ser una gran película
Conocimos a Victor Kossakovsky gracias al BAFICI y al DocBsAs con documentales más bien intimistas, experimentales, basados en pequeñas premisas. En ¡Vivan las antípodas!, el talentoso director ruso opta por el camino opuesto: un trabajo ambicioso, grandilocuente, con un inmenso despliegue de producción, con un "gancho" marketinero (unir ciudades que se ubican el otro extremo del planeta) y sustentado en tomas panorámicas, movimientos con grúas, etc. Y el resultado, esta vez, es contradictorio y medianamente satisfactorio.
Las imágenes conseguidas en Argentina y China, en España y Nueva Zelanda, en Chile y Rusia, y en Botswana y Hawaii son bellísimas, por momentos embriagadoras, pero el realizador se queda en varios pasajes en el mero regodeo propio de los documentales de National Geographic, Disney o la BBC o en el modelo Koyaanisqatsi.
En otros pasajes (con el humor de los dos paisanos de Entre Ríos o la historia de una ballena varada en una playa neozelandesa), aparece el gran cineasta que sin dudas es. Lamentablemente, esta vez, sólo lo disfrutamos en cuentagotas.