Imágenes sin profundidad
El ruso Víctor Kossakovsky estuvo en el Festival de Mar del Plata del año pasado y mostró en la ceremonia de apertura su documental ¡Vivan las antípodas! Kossakovsky parece un tipo ameno, simpático, entrador. De hecho, durante su presentación de la película fue lo suficientemente subyugante como para generar interés en el film. Y, paradójicamente, ¡Vivan las antípodas! es una película que se parece mucho a su creador: simpática al límite de lo demagógica, con una profundidad tan limitada en el análisis de su tema que se queda en la premisa y se distrae con bonitas imágenes.
El documental plantea un viaje por ocho lugares del mundo, las antípodas del título: ciudades que resultan el extremo contrario exacto en el globo terráqueo. Por ejemplo, uno de estos capítulos, el de apertura, se centra en la Argentina y China. La cámara de Kossakovsky es virtuosa, propone paneos sumamente expresivos y encuentra, cuando recurre a los primeros planos, imágenes subyugantes: insectos en una zona rocosa de España, lava ardiente de un volcán en Hawái, una ballena muerta en la costa de Nueva Zelanda.
Pero así como logramos despegarnos de la fascinación de sus imágenes (es cierto que muchas parecen demasiado sobrescritas y poco espontáneas, cerca de un preciosismo medio de naturaleza muerta), descubrimos que más allá de su belleza visual, la anécdota que pretende contar es mínima, reducida para los 110 minutos que dura el film. De hecho, algunos personajes que aparecen por allí, como unos paisanos entrerrianos que comparten la nada en el medio de la nada, resultan demasiado graciosos como para no sospechar cierta “dirección” en los diálogos.
No obstante, el mayor inconveniente de este documental es que no logra pasar de “Argentina es el reverso de China” y así, en un procedimiento que se repite cuatro veces de manera mecánica. Si lo que quiere marcar Kossakovsky son las diferencias que puede haber en ciudades que son el anverso exacto, mostrar las calles colmadas de China para contrarrestarlas con un campo entrerreiano no es más que una obviedad. Y con aquellos paisanos en Entre Ríos pasa lo mismo que con ¡Vivan las antípodas!, comienzan interesando para luego sumirse en cierta reiteración.
NdR: Esta crítica es una extensión de la ya publicada durante el Festival de Mar del Plata.