La continuidad de los opuestos
Vivan las antípodas es un documental de alta riqueza visual y pobreza conceptual del director ruso Víctor Kossakovsky que parte de la idea de trazar una línea imaginaria entre diferentes lugares del globo terráqueo, cuyo punto en común es el término antípodas, es decir, extremos geográficos que son opuestos en la tierra.
Lejos de una dialéctica de contraste primaria, la marca estilística de este documental de bellas imágenes y de angulaciones radicales de cámara -que ponen la pantalla boca abajo o patas para arriba para enfatizar la idea- es sin lugar a dudas la continuidad. Resulta innegable, más allá de los méritos o no de haber concebido un nexo tan esquemático y lineal, la fluidez con la que se desarrolla este viaje exploratorio por diferentes rincones del planeta haciendo foco en la gente que lo habita; sus costumbres y sus males.
Así las cosas, del cielo despejado en Entre Ríos, Argentina, a la polución que predomina en su antípoda moderna Shangai, en China, ó del pastoreo de las ovejas en la Patagonia Chilena al apacible y tranquilo lago Baskial solamente queda un lugar para la contemplación; para quedar hipnotizado por la majestuosidad de los paisajes, que se verá interrumpida salvajemente por la furia de la naturaleza en su máxima expresión con el elemento del fuego, representado en la lava en Hawai por ejemplo o las inundaciones donde otro elemento como el agua aparece desde su costado más trágico en Villaguay, Argentina mientras los paisanos, personajes maravillosos, filosofan sobre la subida del río anticipada por las hormigas que subieron repentinamente por el tronco del árbol.
A no confundir este film, coproducción entre Argentina, Alemania y Holanda, que busca aproximarse desde una mirada asombrada y antropológica con otro muy parecido pero que está en las antípodas cinematográficas por su calidad conceptual como el genial documental Baraka.