¡Vivan las antípodas!

Crítica de Sabina Di Marco - Cine & Medios

Del otro lado del mundo

Como en las fantasías de los chicos (de hecho el film comienza con una cita de “Alicia en el país de las maravillas”, de Lewis Carroll) la pregunta de la película es qué encontraríamos si atravesáramos el planeta, es decir qué hay a la altura del punto donde estamos parados, pero del otro lado del mundo. Esos lugares opuestos son los que se llaman “antípodas”.
Lo real es que, dado que la mayor parte del globo está ocupada por agua, los lugares en los que hay antípodas habitadas son escasos. El director argentino Víctor Kossakovsky elige cuatro pares de éstas para desarrollar un film documental, en el que la prioridad son las imágenes. Cabe aclarar esto porque la riqueza pasa fundamentalmente por el uso de la fotografía, de una gran calidad, pero hay muy poca narración. Kossakovsky va mostrando uno a uno esos ocho puntos en el planeta, utilizando juegos como girar la cámara y que se vean los horizontes unidos a medida que pasamos de un sitio a su correspondiente antípoda, por ejemplo.
En cuanto al tratamiento del sonido, el otro pilar del film, se producen dos cosas: en un principio, cuando arranca la canción “Entrerriano” mientras muestra a los hermanos trabajando en un puente en esa provincia, parece que la música va a ser ilustrativa del lugar que se indica. Luego esa música continúa en su antípoda, Shangai (China), como si quisiera continuarse una suerte de unión entre ambos lugares. Sin embargo, a lo largo de la película, esta idea se va desdibujando, hasta el punto en el que el registro musical pierde unidad con el visual, y deja de tener coherencia narrativa. También resultan algo molestos un par de momentos en los que se disparan picos de volumen muy alto, que no tienen otro sentido con respecto a lo que se está viendo que, tal vez, captar la atención del espectador, ya que las imágenes son muy tranquilas.
Es un documental puramente visual, en el que la cámara, casi siempre fija, se regodea en mostrar los más ínfimos detalles de cada lugar. Casi no hay voces humanas, excepto las charlas casuales de los entrerrianos, por lo que el trabajo interpretativo queda absolutamente en manos del espectador.
Si bien las antípodas son opuestos en el globo, no lo son tanto en cuanto a lo que allí se vive. En general veremos personas y sus vidas, captadas en algún momento de su cotidianeidad, mientras la vida, simplemente, ocurre.