Viviendo con el Enemigo: Secuelas de posguerra.
Una pareja británica se muda a la helada Hamburgo con el objetivo de reconstruir la ciudad luego de la Segunda Guerra Mundial. El problema es que ambos habitarán en una mansión de un ciudadano alemán que vive con su hija luego de que una explosión le haya quitado a su esposa. Los cuatro deberán convivir con todos los sentimientos de la reciente guerra a flor de piel.
Uno diría que con una premisa tan atractiva como intrigante y con un elenco estelar compuesto por Keira Knightley, Jason Clarke y Alexander Skarsgård, “Viviendo con el Enemigo” (o “The Aftermath” en su título original) sería un éxito asegurado. No obstante, James Kent (Testament of Youth – 2014) nos otorga un melodrama bastante clásico, predecible y plagado de lugares comunes. El largometraje, como bien mencionábamos anteriormente, tiene lugar en 1946 en la Alemania de Posguerra, y tiene como foco principal de atención a Rachael Morgan (Knightley), una ciudadana inglesa que aterriza en las ruinas de Hamburgo en pleno invierno para reunirse con su marido, Lewis (Clarke), un coronel británico que ha recibido la misión de reconstruir la ciudad destruida. Pero cuando van a mudarse a su nueva casa, Rachael descubre con asombro que Lewis ha tomado una decisión inesperada: compartirán la enorme casa con sus antiguos propietarios, un viudo alemán (Skarsgård) y su atormentada hija. En esta atmósfera cargada de hostilidad, desconfianza y el dolor se darán una serie de acontecimientos relacionados con la pasión y la traición.
Como verán, el panorama es bastante simple y previsible, ya que la desconfiada Rachael irá acercándose poco a poco a Lubert cuando se dé cuenta de que su matrimonio cayó en un pozo debido a ciertos hechos pasados bastante fatídicos. El joven personaje de Skarsgård representará un nuevo horizonte esperanzador y un alejamiento de aquel matrimonio estancado. El problema radica principalmente en que el comienzo del affaire es presentado de un momento para el otro y no resulta muy verosímil el vínculo afectivo desarrollado. A su vez, las subtramas que involucran a la hija del residente alemán y la de Lewis en su trabajo como coronel tampoco llegan a tener el peso necesario para ser intrigantes o atractivas más allá de la convergencia de ambas sobre el final de la película.
En términos narrativos hay bastantes incoherencias y momentos que no terminan de encajar en la estructura general de la obra. La película termina siendo un conjunto de acontecimientos forzados y puestos en contraste con el solo objetivo de acrecentar el efecto melodramático que busca alcanzar.
Por otro lado, podemos decir que el elenco sí logra destacarse más allá de las falencias enumeradas, componiendo un trío protagónico ejemplar. El trabajo de Clark es impecable al igual que el de Knightley (algo a lo que ya nos tiene acostumbrados hace tiempo), mientras que Skarsgård compone a un personaje estoico, enigmático y golpeado por la guerra que busca sacar a su familia adelante.
En cuanto a los aspectos técnicos, no hay mucho que objetarle a la cinta ya que logra una reproducción de época maravillosa, una puesta en escena inspirada, un diseño de producción y vestuario excelso y una fotografía gélida y sombría que termina de redondear una atmósfera opresiva donde se sitúa el relato.
Resulta bastante decepcionante que “Viviendo con el Enemigo” desaproveche todo su potencial interpretativo y técnico con un guion poco original, trillado y bastante fallido en bastantes aspectos. Un drama poco convincente y edulcorado que no le hace justicia al atractivo escenario histórico planteado. Solo para los espectadores que no tengan demasiadas exigencias.