Viviendo con el enemigo arranca con un problema de base: su título.
Si bien no existe una traducción literal certera para The Aftermatch, tal como se titula originalmente, podrían haber elegido algo que no suene a film de los 90s o que preste a la confusión de “¿Está película no la vimos?”
Amén de eso, la cinta peca de previsibilidad. Sabés desde el minuto uno casi todo lo que va a ocurrir.
Tiene una construcción de personajes, y una trama, muy lineal.
Lo que, si rescato, es que está muy bien construido el clima social de la post guerra en Alemania.
Gran recreación histórica en vestimenta y locaciones, y es ahí en donde el director James Kent hace un buen trabajo, porque logra transmitir desolación y tensión.
A nivel puesta, el film es correcto en su narrativa, pero los planos son bastante genéricos, no hay buenas construcciones ni angulaciones que llamen mucho la atención.
En cuanto al elenco, Keira Knightley tendría que dejar de hacer papeles de época por un tiempo. Está claro que le salen genial, pero satura un poco.
Aquí está bien. Pero solo eso. Ha laburado mucho mejor en sus otros roles.
Por su parte, Alexander Skarsgård resulta poco creíble en ese rol. Ojo, me suele gustar su forma de trabajar. Pero este no fue el caso.
Distinto es el laburo que hace Jason Clarke, cuya carrera está en ascenso desde hace rato y, sin embargo, no es tan popular como debería.
En definitiva, Viviendo con el enemigo es una película que no dice demasiado y que se queda a medio camino de todo lo que propone.