1946, Hamburgo. Hace unos meses los Aliados ganaron la Segunda Guerra Mundial y Lewis Morgan, un coronel británico, debe mudarse a la ciudad alemana para reconstruirla. Lo acompañará su mujer Rachel, quien recién en su nuevo hogar se enterará que deberá convivir con el antiguo dueño de la mansión, un alemán, y su hija conflictuada.
“Viviendo con el enemigo” (o “The Aftermath”, en su título original) nos ofrece una historia potente que se beneficia de un sólido trío protagónico integrado por Keira Knightley, Alexander Skarsgard y Jason Clarke, y su reconstrucción de época, pero que falla a la hora de traer una historia innovadora. Una trama clásica de fondo que se vuelve predecible y un vínculo amoroso poco trabajado.
Ambientada en la Segunda Guerra Mundial, “Viviendo con el enemigo” sobresale principalmente dentro de los aspectos técnicos, con una lograda reconstrucción de época en su vestuario y decoración, como también en una fotografía oscura, una ambientación fría de un lugar devastado por la guerra y una banda sonora que acompaña a cada clima buscado por el film.
Asimismo, tenemos unas muy buenas interpretaciones de un trío protagónico que prometía desde sus nombres, pero que además cumple con creces a la hora de encarnar a cada uno de sus roles, respetando el idioma original de los personajes, sin caer en el inglés universal (incluso al principio podemos ver las dificultades de entendimiento con el alemán). Keira Knightley se pone en la piel de una mujer que ha sufrido una pérdida personal, más allá del contexto bélico, que la afecta en su forma de ser y comportarse. La relación con el marido (Jason Clarke) es distante, no solo por lo vivido sino también por su fría personalidad y su trabajo activo. Alexander Skarsgard, por su parte, cumple el rol de un alemán que está sufriendo las consecuencias de la pérdida de la guerra, y se convierte en un personaje enigmático y retraído. ¿De qué lado estaba durante el nazismo? ¿Es culpable o inocente? En este sentido, se realiza un buen manejo del clima de tensión y del drama, a pesar de que uno espera un golpe de efecto final que no termina de llegar.
A pesar del intrigante contexto bélico, detrás observamos una historia clásica de dos personas que se encuentran en distintos bandos, que al principio se repelen y luego comienzan a relacionarse de una forma más afectiva. De esta manera, la trama se vuelve poco innovadora y se torna predecible durante la mayor parte del film, con un giro final que sorprende, pero que es uno de los pocos. Lo mismo ocurre con el vínculo que forjan los personajes de Knightley y Skarsgard que resulta poco creíble, no solo porque como espectador uno ya intuye que entre ellos va a nacer alguna especie de relación, sino porque la misma surge sin mayor justificación. Se podría haber trabajado este aspecto de una forma más paulatina y profunda. Por otro lado, existen algunas subtramas que no tienen demasiado peso.
En síntesis, “Viviendo con el enemigo” resulta una historia convencional, que presenta algunas fallas a la hora de componer el vínculo central entre los personajes y la elaboración de ciertas tramas. De todas formas, cumple con la reconstrucción de época requerida y con las interpretaciones de un sólido elenco.