Como carece de una trama tradicional que le inyecte intriga e interés, este filme de la genial Kathryn Bigelow se ve reducido a un sinnúmero de episodios bélicos minimalistas narrados desde un ángulo atípico para el género (no abundan historias sobre desmanteladores de bombas en el cine). Pese a la acostumbrada garra de la talentosísima directora de Cuando cae la oscuridad el periplo de la Compañía Bravo se hace eterno por lo moroso del enfoque escogido por el guionista Mark Boal. Las decisiones tomadas delatan la intención general de no acometer el proyecto con las armas habituales y eso merece cierto respeto. No obstante, el experimento funciona mejor como estudio de caracteres antes que como relato de acción o como vehículo reflexivo sobre la política exterior de los Estados Unidos. Inasible en muchos aspectos, Vivir al límite juega sus cartas a su modo. Que cada uno saque sus propias conclusiones al respecto...