Héroes anónimos
A partir de los atentados del 11 de septiembre del 2001, Hollywood buscó incansablemente dar su punto de vista no sólo sobre el impacto que produjo ese hecho en la sociedad norteamericana, sino sobre las temibles consecuencias que los atentados y el manejo de los mismos por parte del gobierno de George W. Bush iban a acarrear en el futuro de los Estados Unidos. Es así como la cartelera cinematográfica se vio plagada de films panfletarios sobre los errores cometidos por la administración pre-Obama a la hora de mostrar las operaciones realizadas por el ejército norteamericano en Irak y Afganistán. Films como Red de Mentiras, Soldado Anónimo y Syriana intentaron con resultados dispares marcar claramente la posición liberal que tomaba Hollywood a la hora de comentar sobre los verdaderos motivos de la ocupación norteamericana en Medio Oriente, obviamente delineando el mensaje por encima del contenido en varios casos.
El caso de The Hurt Locker parecería ser a priori un ejemplo más de los citados anteriormente, pero cuando el espectador se va adentrando dentro del relato se da cuenta de que la mirada de la directora Kathryn Bigelow es mucho más sutil, y al mismo tiempo más profunda y compleja para analizar. El film retrata el día a día de tres miembros del escuadrón anti bombas de la compañía Bravo, dedicados a desactivar bombas y minas terrestres en medio de las desoladas calles de Irak. El líder del grupo es el soldado James (Jeremy Renner), un auténtico cowboy cuyo arrojo y locura cada vez que debe entrar a una zona caliente a desactivar bombas le hacen ganar la antipatía de sus colegas Sanborn (Anthony Mackie) y Eldridge (Brian Geraghty), quienes temen que el abandono de James les pueda costar la vida en cualquier momento.
No hay en esta película una “historia” en el sentido tradicional de la palabra. El guión del periodista Mark Boal (que concibió la historia luego de pasar varios meses con verdaderos integrantes de un escuadrón antibombas del ejército norteamericano) no se atiene a la típica estructura de tres actos de un film tradicional, sino que se dedica a seguir con sumo detalle las excursiones que el grupo realiza hacia zonas de extremo peligro y mostrar cómo este trabajo tan intenso termina de a poco extenuando y afectando la psiquis de los protagonistas. La cámara en mano de Bigelow, siempre nerviosa y siguiéndolos de cerca y en planos cortos, no busca emitir un juicio general a través de sus criaturas, ni tampoco el facilismo de afirmar que “la guerra es mala” o “matarse unos a otros es inútil”, como tantos otros films bélicos lo han hecho en el pasado. Por el contrario, acá hay un intento por entender lo que pasa por la cabeza de un soldado, de captar ese estado mental lleno de adrenalina que uno debe tener para querer ponerse un traje especial y adentrarse al peligro de saber que al menor error cometido puede volar en mil pedazos. Si bien hay momentos donde se ven los efectos que produce la vida en combate de estos soldados (particularmente una escena donde el trío, bajo los efectos del alcohol, empieza a soltar violentamente sus emociones en una habitación), la película se encarga, por otro lado, de respetar la labor que hacen por poner constantemente sus vidas en juego.
Y hablando de esto último, si hay algo más en lo que se destaca The Hurt Locker es en la mano maestra con la que Bigelow (recordemos que ella no solo fue directora de Punto Limite y Días Extraños, sino que es la ex esposa de James Cameron) maneja el suspenso y la tensión en las escenas de acción. Durante las secuencias en donde James debe desactivar algún artefacto explosivo uno puede sentir el aire cortándose gracias a la tensión creada por la directora, que además demuestra tener un gran sentido de la geografía y el espacio para ubicar al espectador dentro de la escena. En otro momento memorable, Bigelow muestra un duelo de francotiradores con la dosis justa de silencio y angustia para que no sepamos cual puede ser el desenlace.
Ayudada además por un trío de actores brillante, en donde Jeremy Renner merece mención especial por la forma impactante en que interpreta los diferentes estados emocionales de su soldado James, Bigelow nos demuestra que el mejor comentario sobre la guerra que puede hacerse es aquel en donde sus propios héroes sean quienes tengan la oportunidad de contarlo, si es que logran vivir lo suficiente.