La cuarta película de Affleck como director es la más floja de su filmografía
Ambientada en los años veinte, en plena ley seca. Joe es el hijo del Superintendente de Boston. A diferencia de su padre, vive al margen de la ley como atracador de bancos y tratando con la mafia. Tras enamorarse de la novia de un capo, debe buscar refugio en el clan rival. Así comienza su carrera en el bajo mundo del delito en Tampa, Florida.
El arranque del filme (de largas dos horas de metraje) promete. La escena de persecución entre delincuentes y policías tras un robo es pura adrenalina y tensión. Lamentablemente, esta secuencia poco tiene que ver con el resto de la trama (demasiado discursiva y laberíntica) que atenta contra la agilidad de la historia. El ritmo recién vuelve a retomarse en el último acto, con momentos de acción y balaceras muy logradas.
A diferencia de Atracción Peligrosa o la fundamental Argo, aquí el guión se estanca y se transforma en un monólogo ególatra de Ben Affleck, que parece no aprovechar el excelente elenco que lo acompaña: Brenda Glesson, Siena Miller y Zoe Saldana, entre otros.
Obviamente, en los rubros técnicos la cinta es irreprochable, vestuario, locaciones de época, lucen creíbles. La dirección de arte es fabulosa, pero el corazón del filme es su guión y poco importa que las paredes estén pintadas del color correcto. Para ser un filme de gangster, con "olor" a homenaje al género, resulta demasiado pulcro y light. De todas maneras, el nuevo Batman, tiene suficiente crédito como director para seguir probando en el futuro, después de todo, vivir de noche no es para cualquiera.