Más allá de sus indudables atractivos visuales y de algunos hallazgos artísticos, esta incursión de Affleck como director, guionista y actor en el género de gánsteres está por debajo de las expectativas previas.
Con tres notables películas previas como director (Desapareció una noche, Atracción peligrosa y Argo), Ben Affleck no sólo había sorprendido a los cinéfilos de todo el mundo sino que además se había convertido en uno de los mejores cultores del clasicismo que todavía enarbolan maestros como Steven Spielberg y Clint Eastwood.
Por eso, este regreso al universo del escritor Dennis Lehane (en el que ya había incursionado una década antes con su ópera prima Desapareció una noche) era muy esperado. Sin ser una mala película, Vivir de noche resulta un paso atrás en sus facetas como actor, guionista (se encargó de la transposición de la novela publicada en 2012) y director. Es que su intento por recuperar el espíritu de los clásicos de gánsteres de la Warner luce demasiado forzado, subrayado, sin los climas, el suspenso y la potencia de aquellos films de la década de 1930 con James Cagney, Paul Muni o Edward G. Robinson. Tampoco consigue acercarse a los logros que realizadores como Martin Scorsese o Brian De Palma sí tuvieron a la hora de recuperar ese género.
Affleck interpreta a Joe Coughlin, ex soldado de la Primera Guerra Mundial e hijo de un capitán de policía (Brendan Gleeson) en la Boston de 1926 que integra una banda dedicada a robos a mano armada. Pese a su origen irlandés, el protagonista terminará trabajando para la mafia italiana liderada por Maso Pescatore (Remo Girone) en la zona de Tampa, en Florida, donde intentará no sólo dominar el lucrativo negocio del alcohol sino también el del juego. La resistencia no llegará tanto del lado de los gánsteres irlandeses sino especialmente del Ku Klux Klan.
Vivir de noche tenía en principio todos los elementos y condimentos que podrían haber desembocado en una película notable: una brillante reconstrucción de época (la Era de la Prohibición y la Gran Depresión), un impecable despliegue visual cortesía del director de fotografía Robert Richardson (habitual colaborador de Quentin Tarantino, Oliver Stone y Martin Scorsese), tres personajes femeninos fuertes a cargo de Zoe Saldana, Sienna Miller y Elle Fanning, buenos secundarios (también aparecen Robert Glenister, Anthony Michael Hall, Chris Messina, Chris Cooper) y varias escenas de acción (persecuciones automovilísticas, sangrientos enfrentamientos), pero eso no alcanza para convertirlo en un film del todo logrado y entretenido.
Los diálogos altisonantes, los constantes subrayados, la narración por momentos algo confusa y caótica, y sobre todo la pobre actuación de Affleck (en uno de sus peores trabajos delante de cámara) hacen que Vivir de noche vaya perdiendo consistencia, tensión y capacidad de seducción. Es una película irregular, espasmódica, con algunas pocas secuencias logradas y un medio tono casi permanente. Demasiado poco para un director que venía “invicto” y que aquí tiene el primer traspié de su carrera.