Antes de volver a ponerse el traje de Batman, Ben nos trae una de gangsters.
Hace casi una década Ben Affleck sorprendió a propios y ajenos con “Gone Baby Gone” (2007), la adaptación de la novela homónima de Dennis Lehane. Affleck, hasta entonces uno de esos actores que el público ama odiar, de repente se convirtió en un artista serio, tocando el cielo con “Argo” (2012), que la Academia eligió como la película del año.
Y para su cuarto proyecto, el actor y director vuelve al autor que lo puso en boca de todos adaptando el segundo libro de la trilogía Coughlin, “Vivir de noche” (“Live by Night”). Desgraciadamente esta vez el realizador no consigue trasladar el peso y la densidad emocional de las historias de Lehane a la pantalla – y quizá sea la elección del protagonista el gran problema.
Affleck interpreta a Joe Coughlin, un veterano de la Primera Guerra que vuelve a su Boston natal con un nuevo sentido de la ley y la cadena de comandos. Habiendo prometido “no besar más anillos”, se dedica a realizar pequeños robos esquivando a las dos mafias que se disputan la ciudad: la irlandesa, liderada por Albert White (Robert Glenister) y la italiana, con Maso Pescatore (Remo Girone) a cargo de los hilos. Pero, siendo un romántico, Joe no puede evitar enamorarse de Emma (Sienna Miller), la amante de White, y cuando son descubiertos Joe (después de comerse una buena paliza) termina pasando un par de años en prisión y alimentando su sed de venganza.
Ya libre, decide dejar de lado sus promesas y unirse a Maso para llegar a Albert, quien escapando de los italianos terminó controlando pequeños negocios en Florida. Joe entonces se traslada a Tampa, donde junto a su viejo compinche Dino Bartolo (Chris Messina) y la comunidad cubana local, liderada por Graciela (Zoe Saldana) y Miguel (Esteban Suarez), se harán cargo de la zona.
Joe se muestra como un tipo inteligente y rápidamente no solo se vuelve la autoridad en Florida, aumentando las ganancias y la influencia de Maso entre fanáticos religiosos, bandas enemigas y una facción local del Ku Klux Klan, sino que además empieza a proyectar a futuro, para subsistir cuando la Ley Seca vigente ya no rija y haya que buscar un nuevo negocio.
“Vivir de noche” no es una mala película, pero es una experiencia inconsecuente, en gran medida por la ausencia casi completa de real emoción en la interpretación de Affleck. “Gone Baby Gone”, “Mystic River” (Clint Eastwood, 2003) y hasta “The Drop” (Michael R. Roskam), todas adaptaciones de obras de Lehane, presentan un grupo de protagonistas (Cassey Affleck, Sean Penn y Tom Hardy, respectivamente) cuyo sufrimiento y constantes conflictos morales son palpables para el espectador. Affleck es un buen actor, pero nunca termina de meterse del todo en la piel de Joe Coughlin, más allá de sacarle lustre a su afilada quijada y mostrar un par de momentos de introspección y arrepentimiento. Quizá estar de ambos lados del mostrador le haya pasado factura – en “The Town” (2010) Jeremy Renner se llevó todos los aplausos y en “Argo” el sólido elenco sostenía la historia sin problemas.
Y aunque en este caso el actor se vuelve a rodear de talento, el espacio que se le otorga a cada uno es mínimo. Brendan Gleeson como el padre de Joe y comisario de Boston y Chris Copper como el jefe de la policía de Florida (ambos haciendo la vista gorda a las actividades del protagonista) tienen grandes momentos, pero a esta altura no sorprende de ninguno de ambos. Zoe Saldana comienza con grandes aspiraciones y termina siendo un papel puramente de soporte. Elle Fanning se come la pantalla en dos escenas particulares, pero cuando sus acciones son realmente relevantes y afectan la trama se siente pequeña y perdida. Chris Messina y Max Casella (que interpreta al hijo del capo italiano) son casi una caricatura y les falta por lo menos una escena a cada uno que los asiente en el rol que pretenden cumplir.
Joe insiste en que no es un gangster, aunque sus acciones digan lo contrario. La brújula moral se mueve en cada asesinato, cada intimidación y cada búsqueda de resolver los conflictos dialogando y cediendo terreno. Sin embargo, al final de la película el personaje se siente más como un falso boy scout en traje de diseñador que como un delincuente con conflictos reales.
Aunque técnicamente la película está muy bien, y Affleck cumple en su rol detrás de cámara, sí voy a tener que cuestionar (y quizá en esta esté solo) al actor como “hombre representativo de la década del 20”. Después de prepararse para ponerse el traje de Batman el actor quedó enorme, algo que ya habíamos notado en “Gone Girl” (David Fincher, 2014), pero que en este caso por momentos es muy difícil de esconder (y justificar), por más talle XXL que sean los trajes.
“Vivir de Noche” no es la mejor película de Ben Affleck, y quizá sea la peor, pero eso no necesariamente significa que sea mala: todos los elementos que uno espera del género están en su lugar y las dos horas nunca se sienten densas. Sin embargo, le falta la profundidad emocional del protagonista sobre la cual descansan todas las obras de Lehane, que resulta en una experiencia poco memorable.