Después de tres muy buenas películas como director, el impredecible Ben Affleck recupera el género de gángsters en tiempos de ley seca y al escritor Denis Lehane, a quien ya había adaptado en su debut, la muy buena Gone Baby Gone/Desapareció una noche. Lamentablemente, las razonables expectativas chocan aquí rápidamente, con una narración desorientada, torpe, falta de ritmo, que atenta pronto contra el interés por la historia de Joe Coughlin (Affleck con más cara de póquer que nunca), un ladrón hijo de policía que se mete con la amante de un capo y debe aterrizar en la Florida para hacerse cargo del negocio -bebida, juego-. Hay una buena cantidad de personajes secundarios, interpretados por una buena cantidad de buenos actores, que no pueden evitar que el relato aburra, con su exceso de voz en off que se superpone a los diálogos explicativos, literales, poco inspirados. Una lástima cuando el material tenía tantos atractivos: la época, reconstruida con detalle en vestuario, automóviles, objetos; el género, que ha sabido revisarse con mucha gracia desde el cine contemporáneo y la acción, comandada por tipos capaces de matar a quemarropa sin que se les mueva el ángulo del sombrero. Vivir de noche deja la sensación de que Ben Affleck no hace todo bien, como parecía.