De la clase de películas que ya parecen haber dejado de hacerse, VOLANDO ALTO pertenece al género de “filme deportivo inspiracional”. Pero no es el género el que dejó de hacerse –sin ir más lejos, CREED es un muy buen ejemplo de su vigencia– sino la manera en la que su director Dexter Fletcher (sí, es su nombre real) lo encara, utilizando de manera excesiva todos los clichés posibles de este tipo de historias. Lo curioso es que es tan abiertamente claro el “homenaje” a ese tipo de películas de los ’80 y los ’90, tan evidente en sus elecciones musicales (no solo las canciones de la época sino la propia musicalización del filme), en sus colores, sus planos y su montaje que uno no puede evitar entregarse a su cálida y simpática manipulación.
Tomándose muchas libertades con la historia real, VOLANDO ALTO cuenta la curiosa saga deportiva de Eddie “The Eagle” Edwards (Taron Egerton), un hijo de familia obrera británica obsesionado con participar en los Juegos Olímpicos. El problema es que no tiene claro en qué deporte ni parece estar especialmente dotado para ninguno de ellos. Pero con una tozudez y espíritu competitivo que rayan el absurdo, Eddie prueba varias opciones hasta llegar, casualmente, a los deportes de invierno. Pese a la negativa de su padre, que quiere que trabaje como yesero junto a él, Eddie empieza a esquiar sin grandes resultados hasta descubrir que nadie en Gran Bretaña practica saltos de esquí de manera olímpica por lo cual sus posibilidades de quedar en el equipo nacional no son totalmente imposibles. Solo tiene que pasar una marca mínima no actualizada desde hace décadas…
En una aventura de villanos de cartón (los otros esquiadores, los jefes del equipo olímpico, los atletas de otros países y hasta su padre) y con una serie de secuencias que no admiten ningún chequeo mínimamente realista, Eddie viaja en la camioneta de su padre a Alemania y empieza a entrenar en un centro especializado en ese deporte con rampas de 40, 70 y 90 metros que se ven temerarias para cualquier profesional. Menos para Eddie, que nunca se lanzó por ninguna, no sabe siquiera cómo hacerlo, pero se manda igual.
Allí es donde conoce a Bronson Peary (Hugh Jackman), un ex saltador norteamericano que ahora limpia las pistas y bebe sin parar. De a poco, el torpe pero insistente Eddie irá convenciendo a Bronson (un personaje totalmente ficcional) para que lo ayude a entrenar y a superar todas las complicaciones que lo separan de la posibilidad de competir en los Juegos Olímpicos de Calgary de 1988. Y lo que sigue ya es parte de la historia olímpica, pero para los que no lo saben lo mejor es no entrar a Wikipedia ni googlearlo y dejarse sorprender por el filme.
Lo curioso de VOLANDO ALTO es que funciona muy bien. De manera retro, si se quiere, y admitiendo siempre que se está frente a un producto tan excesivamente ochentoso que por momentos parece una parodia de esas películas, incluyendo una breve participación de Christopher Walken. Pero Fletcher no busca parodiar sino homenajear ese tipo de película deportiva de chistes para toda la familia y abiertamente sentimental y manipuladora. Y lo hace bien. De hecho, el filme tiene muchos puntos en común con COOL RUNNINGS (aquí llamada JAMAICA BAJO CERO), un éxito de principios de los ’90 sobre un grupo de esquiadores jamaiquinos que compitieron en esos mismos Juegos Olímpicos más con espíritu participativo que con posibilidades reales de obtener medallas. Tan obvia es su referencia que en la película se los menciona al pasar…
Con sus oposiciones prototípicas, sus personajes caricaturizados y sus elecciones musicales nostálgicas (“Jump”, de Van Halen, obviamente, pero también con intérpretes de la época como Hall & Oates, Nik Kershaw, OMD, Howard Jones, ABC, Paul Young, Kim Wilde, Marc Almond o Holly Johnson de Frankie Goes to Hollywood, haciendo temas clásicos pero también otros compuestos especialmente para el filme), VOLANDO ALTO no solo es un homenaje al espíritu olímpico sino a un tipo de cine con el que creció más de una generación, con películas como KARATE KID hasta UN EQUIPO MUY ESPECIAL, pasando por muchas otras. No será una gran película, es cierto, pero te saca de la sala con una sonrisa de esas que últimamente el cine ofrece a cuentagotas.