El filme cuenta la entrañable historia real de Michael “Eddie” Edwards (Taron Egerton), un valiente saltador de esquí británico que nunca perdió la esperanza y se ganó el corazón de los aficionados en los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary.
El mensaje, aunque gastado y lleno de clichés, sigue siendo efectivo: lo importante no es ganar, sino competir.
Este querible protagonista, que está lejos de ser un triunfador, se apoya en su carismático entrenador (Hugh Jackman), para enfrentarse a las instituciones y cumplir su sueño. Ambos actores tienen grandes despliegues, pero Taron Egerton (Eddie) es quien maneja el ritmo de la trama con su increíble versatilidad (en Kingsman fue un agente secreto y en Leyenda un gángster homosexual).
Como en toda película de deportistas, asistimos a la repetitiva escena de entrenamiento como clip musical, pero el tono simpático del conjunto la hace disfrutable y hasta por momentos original.
Una comedia dramática que cumple con lo prometido, haciéndote reír y emocionar al mismo tiempo.