Se estrena en nuestro país “Volando Alto” (“Eddie the Eagle”), una historia de intentos, fracasos y triunfos protagonizada por Taron Egerton y Hugh Jackman que promete arrancar varias risas apenas empañadas por algunas lágrimas que el relato amerita.
Basada en la historia real de Eddie “el águila” Edwards, esta película simple pero de corazón grande hace que cualquier libro de autoayuda se quede corto a la hora de poner en palabras el espíritu de su protagonista. “Volando alto” se centra en la búsqueda incansable del sueño de este joven británico de clase media quien no para de repetirle al mundo (así se trate de su padre, autoridades deportivas de su país o sus propios impedimentos físicos) que podrá y será un atleta olímpico en algún momento de su vida. Dexter Fletcher, más reconocido por su carrera actoral que por sus trabajos como director, se cargó al hombro esta adaptación cinematográfica y, siguiendo de manera formulaica los estadíos que una historia de estas cualidades suele tener, logra un resultado agradable, para nada pretencioso pero no por eso menos disfrutable.
La dupla protagonista está compuesta por Taron Egerton (más conocido por su labor en “Kingsman“) en la piel de Eddie Edwards y Hugh Jackman (“X-Men“) como Bronson Peary, un ex deportista que termina haciendo las veces de mentor/entrenador de Eddie. Si bien vale aclarar que Peary es un personaje ficticio creado para éste guión, el hecho de que la película entremezcle un poco las historias de ambos personajes ayuda a quitarle solemnidad y dramatismo, brindándole el toque de camaradería necesario. Las actuaciones están bien, nadie sorprende ni aburre: Egerton hace una labor prolija y Jackman se limita a su papel sin mucho que ofrecer. La ambientación ochentosa está muy bien lograda mediante la paleta de colores elegida, la producción y la música, aunque por momentos se perciba un abuso de sintetizadores en escenas claves de la trama.
“Volando alto” es un combo entremezclada con “Little Miss Sunshine” y “Jamaica bajo cero“, la premisa está bien, cumple pero sin embargo no enamora. Su director y guionistas apuntaron a algo sencillo y se nota, no hay mucha ambición, escenas de más ni planos equivocados. El camino de nuestro héroe es seguido de manera puntillosa (casi en demasía) y hay tomas que ciertamente hacen que sintamos exactamente lo mismo que Eddie: vértigo y emoción en dosis necesarias. Ideal para mirar un sábado a la tarde, cafecito en mano y abuela en butaca contígua.
La historia de Eddie “el águila” Edwards aterriza en nuestras salas y será cuestión de ver si se trata de un aterrizaje forzoso, pasajero o si realmente bajará para quedarse.