Un grupo de amigos en una casa. Una de las chicas invita a otra a quien nadie veía desde la infancia: la casi nueva es de una oquedad manifiesta, pero está buena, lo que destroza las defensas de los “ellos” del grupo mientras las “ellas” mantienen tensión. Lo que sigue es un juego de ajedrez semiamoroso que termina descubriendo el pasado de los personajes, sus miserias, sus agachadas y sus lealtades. Ok, con todo esto uno puede pensar en un film argentino de los 70 (algo como “La sartén por el mango”), pero resulta que Martín Piroyanski es un director inteligente y hace que la película sea otra cosa. Cuando es cómica, es efectivamente cómica; cuando es tierna, es tierna sin sentir vergüenza. Lo que quieren decir los personajes, lo dicen, y las palabras desatan muchas veces el efecto cómico sin por eso dejar la imagen al descuido. El realizador en ningún momento mira a sus personajes desde arriba sino que, incluso en sus pequeñeces, trata de comprenderlos todo el tiempo. E inventa cosas con la cámara, de paso, lo que vuelve la experiencia de la película mucho más placentera. En un país –en un mundo– más justo, “Voley” debería ser un éxito e instalar definitivamente a una generación de intérpretes y a un director. Y como el film recién se estrena, estamos a tiempo de que ese día de justicia llegue en las salas. Aun cuando es un retrato generacional preciso, se va a reír. ¿Qué más quiere?