Amor con barreras
El premiado filme belga se centra en el romance entre una mujer de 40 con un hombre más joven.
El secreto del éxito de Volver a amar -ganadora de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes y de varios premios internacionales- está en hacer lo mismo que hace Hollywood en incontables comedias dramáticas, (de las llamadas "románticas"), pero dándole una pátina de realismo cotidiano que la aleja de los estándares del cine industrial. Más allá de eso, la película del belga Christophe Van Rompaey no es más que una convencional y agradable historia de amores perdidos y encontrados entre personajes acosados por cuestiones del pasado que no terminan de resolver.
Matty (Barbabra Sarafian, muy parecida a Frances McDormand) está separándose de su marido, Werner. Ella trabaja en el correo y él, que es profesor de arte, la dejó por una alumna suya, de 22 años. Matty tiene 41, tres hijos (una adolescente conflictiva y dos algo más chicos) y piensa que ya el amor acabó para ella. De hecho, lo único que desea es recuperar a su marido, que de entrada se ve que es bastante insufrible.
Allí aparece el tal Johnny (Jurgen Delnaet), un camionero de 29 años que intenta conquistarla luego de tener con ella una fuerte discusión en un estacionamiento. El fastidio se transforma en atracción y eso troca en una cita. Pero Matty sólo le sigue el juego con la intención de usarlo para poner celoso a su ¿ex? marido (cosa que logra). Johnny, en cambio, parece estar enamorado de la mujer y hasta le canta canciones en italiano, idioma que mezcla en su conversación con resultados, supuestamente, románticos.
El asunto es que Johnny tiene un pasado difícil, del que Werner se entera y se lo cuenta a Matty, que no sabrá qué decisión tomar. Además, la hija mayor de ella se aparece con una novia, cosa que no altera a Matty (uno de los puntos más logrados del filme es la relación madre-hija) sino que la hace acercarse más. Muchos problemas, parece, pero nada que no se pueda arreglar tras unos litros de cervezas en ruidosos bares, algunas peleas públicas y un par de canciones de amor en un karaoke.
Con escenarios parecidos a los de una película de Ken Loach (barrios humildes de Ghent, en Bélgica), Volver a amar es una fábula teñida de una mano de pintura realista. No hay nada necesariamente malo en eso -como tampoco en las fantasías de Hollywood-, sólo que suenan un poco exagerados tantos premios y reconocimientos. Que la película sea europea no implica que va a escapar a algunos de los rancios convencionalismos con los que el cine se acerca al amor.