El Gasómetro de Avenida La Plata se inauguró en 1916, tenía una capacidad para 75.000 espectadores (el estadio más grande de la Argentina) y fue sede no solo de épicas futboleras sino también de recitales de Pappo, Serrat, Sandro y Santana o de masivas veladas de boxeo y carnavales. En diciembre de 1979 se jugó el último partido. La crisis económica del club y las presiones del gobierno militar derivaron en el remate del predio, que luego terminó en poder de la cadena francesa de supermercados Carrefour.
Desde entonces pasaron casi cuatro décadas y los hinchas y socios de San Lorenzo nunca dejaron de soñar con volver a Boedo. Ni siquiera la construcción del Nuevo Gasómetro en el Bajo Flores o los éxitos deportivos (como la Libertadores de 2014) aplacaron la movilización muchas veces espontánea (y siempre masiva) conducida por la Subcomisión del Hincha ni los esfuerzos en el terreno político (para conseguir la Ley de Restitución Histórica) y económico (colectas multimillonarias para pagarle a Carrefour y recuperar la posesión).
La rica historia del barrio, del club, de la cancha y de los personajes (en muchos casos anónimos y queribles como Adolfo Res y Walter Lo Votrico) es reconstruida con admirable precisión didáctica, pero sin perder jamás de vista el aspecto emotivo, la dimensión humana, la pasión (en el mejor aspecto de la misma, que excluye la violencia irracional) que generó toda esta movida.
Con una buena investigación histórica (se sabe que los archivos no son el fuerte de la Argentina), diálogos que abordan las distintas aristas del tema (desde el reencuentro de futbolistas como Osvaldo Rinaldi, Sergio Villar y Mario Rizzi, hasta una charla de bar que incluye a periodistas y escritores, como Horacio Convertini y Fabián Casas, unidos por su amor incondicional a San Lorenzo) o testimonios como el del Nene José Sanfilippo que llora sobre los viejos tablones del Gasómetro que tiene en su quinta, el abanico de miradas, recuerdos y reflexiones resulta más que representativo. Además, el director no cede a la tentación de transformarlo en un documental “institucional” y la presencia de Matías Lammens y Marcelo Tinelli es limitada y recién sobre el final.
Reconocido hincha de San Lorenzo, Criscolo -que en 1975 llegó a ser “mascota” del club- construye un film indispensable para los hinchas azulgranas, pero recomendado también para todos aquellos amantes de las grandes historias futboleras. Porque Volver a Boedo es bastante más que una sentida carta de amor de/a los Cuervos. Es un documental sobre la pasión que, cuando está bien encaminada, es capaz de mover montañas (léase el poder económico de las multinacionales o la máquina de impedir de la corporación política), una reivindicación de lo mejor de un fútbol tan dañado como el argentino y un legado generacional de padres a hijos y también de hijos a padres que en muchos casos ya no están (pero de alguna manera siguen estando). Preparen los pañuelos...