Isabelle Huppert es una actriz hipnótica. Con su particular gestualidad y modo de manejar su cuerpo, la actriz francesa ha protagonizado películas inolvidables. Por eso la sorpresa cuando en Volver a empezar, película del belga Bavo Defurne (el título original es Souvenir) interpreta a Laura. La hipnosis dura los primeros minutos, en los que enfundada en un uniforme prepara paté en la fábrica donde trabaja. El encuentro de la mujer con Jean (Kévin Azaïs) cambia su rutina. El chico la reconoce como una estrella de la canción que desapareció del mercado. La conoce por su papá, fan de la cantante.
La historia deriva en un melodrama kitsch en el que la pareja enfrenta la inmensa tarea de revivir a la estrella que fue tan popular en los años 1960-1970. Huppert no abandona el gesto distraído, incluso en los momentos decisivos de la película. Volver a empezar atenta contra la verosimilitud. No solo por la pareja despareja, sino, por la relación con un entorno que también luce detenido en el tiempo. Las canciones y, sobre todo, la mímica de Laura al interpretarlas rozan el ridículo. El guion de Defurne construye una relación amorosa entre Laura y Jean plagada de clichés. Busca provocar y en realidad, aburre. En cuanto a la vida artística de Laura, personaje que no transmite sensibilidad poética alguna, se mueve en un marco de competencia muy antiguo, con los mismos vestidos que la cantante usó para los hits del pasado.
El director arma una película en la que romance y canción arman un mundo al que es difícil imaginar que alguien quiera volver.
La diferencia generacional y la herencia del chico que sabe las canciones por su padre componen una historia deslucida. Con los mismos elementos dramáticos, la película hubiera estado a la altura de Huppert si el guion tuviera un poco de profundidad. Volver a empezar se queda en la superficie de los dos conflictos. El dilema entre el arte y el amor, duda universal llena de posibilidades narrativas, queda reducida a escenas ligadas a la anécdota. Solo la fotografía logra retratar eso que la película no dice. El departamento de Laura, la ropa, el camarín, el estudio de grabación son relevados por la cámara como preparando la percepción para una historia potente que jamás llega.
La actriz, ícono del cine francés, no alcanza para intervenir el guion y el punto de vista del director, tan decadentes como anodinos.