Yo conocía esa canción
Las canciones pegadizas y evocadoras de una época de frescura e idilio forman parte del núcleo narrativo de esta comedia con tono fabulesco y que tiene como principal atractivo a la dúctil y entrañable pelirroja Isabelle Huppert. Si bien estamos frente a una propuesta de origen belga del año pasado, recién se estrena en nuestro país con un interrogante a cuestas: ¿valía la pena distribuír este tipo de film de corte menor dada la escasa oferta europea en nuestras salas?
Más allá de esta pregunta indiscreta debe decirse que Volver a empezar es un film disfrutable.
Si seguimos con la idea de las canciones podemos encontrar en la estructura narrativa que la historia de amor y desencuentro de esta extraña pareja compuesta por la madura Liliane (Huppert) y el joven boxeador Jean (Kévin Azaïs), cuya admiración por ella se revela rápidamente, se circunscribe al relato de una canción, con su estribillo pegadizo y todos los condimentos que hacen a la armonía, siempre que se concentre el conjunto a ese micro universo alejado de la realidad.
Por eso, a los primeros quince minutos del film del belga Bavo Defurne se le puede conceder una dosis de realismo social, que rápidamente se diluye cuando la historia transita por carriles más ligados al terreno simbólico que al mero discurso social a partir del punto de vista de la protagonista, una empleada de fábrica de Paté, quien se encarga del armado final de terrinas en un trabajo completamente autómata y rutinario, sin atisbos de que en un pasado fuese una cantante que perdiera el concurso Eurovisión cuando el jurado de aquel entonces eligiese al grupo sueco ABBA.
Para Liliane, su presente laboral es una ventaja en la que no ser reconocida por nadie de su entorno la ayuda en su intento de olvido de otros tiempos. Sin embargo, el descubrimiento llega por el lado menos esperado, pues, un joven empleado temporal de la fábrica no sólo la reconoce sino que se confiesa como admirador de sus canciones. En realidad, de su escueto repertorio de aquella época para tomarse el atrevimiento de proponerle un relanzamiento de su carrera porque nunca es tarde.
Y ese “nunca es tarde” es el disparador de una historia de amor, canciones, mieles del éxito pegadizas y viejos amores que vuelven cuando no se los llama. Algo así, como el lado B de aquella melancólica y a la vez luminosa película francesa El Cantante (2006) con el gran Gerard Depardieu.
Souvenir, como el título original propone también puede interpretarse desde una lectura menos superficial como ese elemento que evoca el recuerdo de un acontecimiento festivo en paralelo con el rol de Liliane, quien en su pasado artístico y fugaz -con el pseudónimo Laura- ocupó el lugar decorativo para lucimiento de su representante y pareja, que en décadas posteriores retorna con los mismos vicios mientras que la protagonista avanza por el idílico camino del romance con la música, el glamour y la juventud que se escapó, salvo en aquellos que todavía la recuerdan y se dicen en voz baja yo conocía esa canción.