Volver al pasado.
Supongamos que podemos viajar en el tiempo y así poder saciar nuestra curiosidad acerca del “qué hubiera sido si…”. Marty McFly iba a ser interpretado por Eric Stoltz, mientras que para el papel de Emmet “Doc” Brown habían sondeado a John Lithgow. En un principio, Robert Zemeckis no iba a ser el director, ya que él y el productor Bob Gale pensaban en Leonard Nimoy. En el guión original Marty era un vendedor de videos y su máquina del tiempo, una heladera. Cuando la Universal, con el respaldo de Steven Spielberg, aceptó financiar el proyecto, uno de sus altos ejecutivos propuso que se titulara Astronautas de Plutón. Afortunadamente nada de esto ocurrió. En su vigésimo quinto aniversario, con una imagen restaurada digitalmente, se reestrena Volver al futuro tal como la recordamos.
Más allá de la evidente influencia de obras como Un cuento de navidad de Dickens o Qué bello es vivir de Capra, el clásico de Zemeckis es un milagro de la industria hollywoodense, uno de esos casos singularísimos en que todo funciona a la perfección. Elenco, personajes, ambientación, efectos especiales, música, guión, cada uno de estos elementos está en su lugar e interactúa fluidamente con los demás, aportando las dosis justas de fantasía, humor y dramatismo. A su vez, estos constituyen en la actualidad una referencia de época por derecho propio. Sin que su inagotable conquista de nuevos públicos resulte sorprendente, es imposible no identificar a Volver al futuro con su década, un tipo de identificación que, pese a ser común, pocas veces se dio con tanta intensidad en la historia del cine (tanto es así que hasta Ronald Reagan, en ese entonces presidente de Estados Unidos, llegó a elogiar el film en uno de sus discursos). Cabe señalar que la nostalgia, presente en la película original y sus dos secuelas por medio de la evocación a las épocas y mitos más entrañables del imaginario popular americano (los dorados 50, el lejano oeste), convirtió finalmente a esa trilogía en objeto propio, como emblema de una iconografía ochentosa que se halla más vigente que nunca.
El reestreno en veintiocho salas de todo el país fue posible gracias a la iniciativa del creador de la página web Cinesargentinos.com, quien puso dinero de su bolsillo y llegó a un acuerdo con la distribuidora UIP. El boca a boca y las redes sociales hicieron el resto. La remasterización de imagen y sonido es impecable y en cierta forma no deja de resultar novedosa, tratándose de una película a la que probablemente la totalidad del público conoce de memoria. Volver al futuro representa, para quienes nacimos entre mediados de los 70 y fines de los 80, una especie de viaje en el tiempo personal, un regreso a la infancia. Frases como “eres un gallina, McFly”, producto de un doblaje al español tan familiar a nuestros oídos como el de la voz de Homero Simpson, quedaron grabadas para siempre en los corazones de una generación. Sólo desde esta perspectiva se puede justificar tanto esfuerzo.
Se sabía de antemano que los cines emitirían la película en escasas funciones por apenas una semana, y quizá debido a esto las entradas se agotaron enseguida. El éxito rotundo de la idea echó por tierra el argumento de que no era viable económicamente, sostenido hasta último momento por aquellos que se oponían. Sería bueno que esas voces fueran desobedecidas con más frecuencia. Volver al futuro es un Blockbuster inoxidable, y el cine tiene mucho de rescate emotivo.