A desenamorarse con Channing Tatum
Con apenas una semana de diferencia, llegaron dos films con Channing Tatum en los protagónicos: Comando especial y Votos de amor. En algunos meses, se lo verá en la segunda entrega de G.I. Joe, y hasta es posible que dos films más en los que participa arriben a las salas argentinas: La traición y Magic Mike. Es decir, el grandotote este está hasta en la sopa. De ahí que esta sea una buena oportunidad para dedicarle algunas líneas a su ductilidad actoral, dado que es una estrella en ascenso, que aborda proyectos de los más variados.
En Votos de amor, Tatum interpreta junto a Rachel McAdams a una pareja de enamorados, Leo y Paige, cuyo matrimonio va viento en popa, hasta que interviene el azar/destino/tragedia en forma de accidente automovilístico, que la deja a ella sin poder recordar los años que pasó con su marido, como estancada en el pasado que supuestamente había dejado atrás. La historia, durante casi su totalidad, deposita su peso en el personaje de Leo, quien lucha contra viento y marea para recuperar el amor de su esposa.
Ahí es donde se detecta el principal problema del film. Tatum puede actuar con cierta soltura dentro del género de acción, aprovechándose del vértigo narrativo (como en G.I. Joe) o de la comedia, pero acompañando a la estrella del film en cuestión (como en Una chica en apuros, con Amanda Bynes) o compartiendo el protagónico, como en Comando especial, donde además conseguía parodiar su posición de joven musculoso y sexy con sorpresiva efectividad. Ahora, cuando le toca llevar las riendas de un relato dramático y/o romántico, como en Querido John, delata su alarmante falta de expresividad. Algo similar le pasa en Votos de amor, una película cuya trama, casi insólita -a pesar de estar basada en hechos reales- requiere una gran suspensión de credibilidad y una fuerte identificación con los protagonistas.
Igual el pobre de Tatum tampoco tiene toda la culpa, a pesar de representar un gran error de casting para el papel. Asimismo, el personaje de Paige nunca alcanza un óptimo desarrollo: la procesión interior que realiza, su parálisis temporal y la recuperación de pertenencia familiar (acompañada de una dolorosa revelación) son tratadas superficial y rutinariamente por el director Michael Sucsy (quien además filma la importante escena del accidente con una torpeza y falta de pudor espantosas). A la vez, grandes actores como Jessica Lange y Sam Neill son completamente desperdiciados.
Hasta de humor carece Votos de amor. Uno puede entender que su historia es dramática, centrada en personajes luchando por sobreponerse al dolor y tratando de comenzar de nuevo. Pero en el film ni siquiera hay una ligera conciencia de que aún en los peores momentos queda la risa o el chiste como pequeña catarsis. No, acá se tiene que sufrir, se tiene que llorar, porque esto “pasó de verdad”, porque está basado en “eventos reales”. Sí, son reales, lo que no significa que sea verosímil en términos cinematográficos.