Indudablemente, aquellos que ya hayan visto “Vox Lux: El precio de la fama”” en sus presentaciones en la última edición del BAFICI, habrán percibido la misma sensación que experimentarán los espectadores a partir de esta semana.
“Vox Lux: El precio de la fama” se inicia con una voz en off (de Wilem Dafoe). La impronta es como la de “había una vez”, y sin embargo no es un cuento de hadas. El director (también guionista) Brady Corbet aplica todo lo que sabe en los primeros seis minutos, utilizando elementos como cámara en mano, montaje claro pero veloz y, sobre todo, el fuera de campo, construye una de las escenas más estremecedoras de un tiempo a esta parte. Un realismo que achica el estómago por su nivel de impacto. Un chico de 14 años entra en el aula con un arma y realiza una masacre. De este hecho doloroso, va a surgir un talento y un referente inesperado.
Títulos.
Corte a una misa en el pueblo. “La ira provocó esta tragedia y no podemos dejar que la ira siga su curso. Incluyamos al perpetrador en nuestras oraciones”, dice el cura invitando a Celeste (Raffey Cassidy) a decir unas palabra sobre el hecho a lo cual ella responderá con una canción compuesta con su hermana Ellie (Stacy Martin) “Enciende la luz porque no tengo a nadie que me muestre el camino. Por favor te seguiré porque eres la última esperanza de que haga algo de lo que dicen”
La contundencia del comienzo no solamente presagia la ausencia total de concesiones por parte del director, sino una brutal y directa cachetada a un sistema de vida que entroniza y capitaliza el talento y el dolor con la misma avidez de sangre y carne que tiene un tiburón.
A poco de haber (sobre)vivido la tragedia Celeste no ha terminado de digerir todo y ya se encuentra frente a una coreógrafa, una directora de marketing, gimnasio intensivo, ingenieros de grabación, y un manager (Jude Law) que tiene su propia y resentida visión del mundo del espectáculo.
Uno de los puntos interesantes en el guión es que si bien hay un motor de arranque en la historia, la misma, así como la construcción del personaje, escapa a las premisas tradicionales. El guion propone seguir los eventos (des)afortunados que vive y cómo estos la van modificando. Hasta se podría decir que si bien la narración adelanta resultados y parte de un presente que desconocemos, hay una deconstrucción desde la supuesta posición de caída del éxito. Es más, casi que no hay exactamente una trama, sino una sucesión de hechos concatenados tanto por continuidad de espacio tiempo como por elipsis de todos los estilos.
Genesis y regénesis son los dos actos en los cuales se divide “Vox Lux: El precio de la fama”, y ambos parten desde el mismo tipo de evento pero con presentes muy distintos. Será recién iniciada la segunda hora de proyección que la versión adulta de Celeste (encarnada por Natalie Portman) entra en escena. A medida que el relato avanza, también avanza el nivel de crítica ácida al show business. El realizador juega con los tiempos, las texturas, y la compaginación rabiosamente veloz, o deliberadamente lenta cuando se trata de frenar para reflexionar a través de esa mirada perdida de la protagonista devenida en diva de la música pop.
Es cierto, amaga con un tema para hablar de otro pese a tener algún punto de conexión y el director toma riesgos al plantearlo de esta manera. Una lectura personal sobre estos tiempos en forma de collage de estados de ánimo. No espere el relato convencional. Déjese llevar.